Friday, June 25, 2010

LOS “REVOLUCIONARIOS” O LA EVOLUCIÓN DE LAS ESPECIES

Los “revolucionarios” ofrecen cambiar los cimientos de la democracia desde su torpe visión de acumular todos los poderes del estado, de adueñarse de las empresas estatales y de los recursos naturales para administrar sus fondos, apoyado por una horda de tecnócratas, intelectuales y más artistas sin empleo que hasta hace poco eran nadie, sobrevivientes de otros clanes políticos que no tuvieron espacio, por pequeños y por manejar proyectos políticos irreales frente al sistema de mayorías móviles que fueron y son grupos de poder con suficientes recursos para “invertir en democracia” de a cuerdo a sus intereses económicos de clan; sin ideología alguna, más que ese afán de saquear las arcas públicas.

Ellos crecieron y se multiplicaron a la sombra de los grandes partidos tradicionales y de sus constantes errores. Hicieron alianzas, pactos, siempre tuvieron su tajada a la hora de repartirse el gobierno, pero nunca el poder. Sus ideales de revolución sólo cabían en sueños y libros, en la cátedra, porque eran demasiado tímidos y amaban tanto su comodidad como para incorporarse a la guerrilla, refugiarse en la selva, calzar botas de caucho, llenarse los pies con hongos, la piel del cuerpo con sarnas, dormir en carpas improvisadas e incorporarse antes del amanecer para seguir escapando o provocando al ejército. Mientras que a Fidel Castro y sus hombres les inspiraba el humo de la pólvora que salía de sus fusiles, nuestros intelectuales –hoy en el poder- ¡no saben qué hacer con un arma en sus manos! Fidel no tuvo empacho en dejar morir al Che Guevara en Bolivia, no tuvo escrúpulos para mandar a fusilar a sus compañeros de lucha, convertidos por él en adversarios políticos. Nuestros revolucionarios temen a las frías mazmorras de la cárcel, para Fidel, cuando joven, fue su hogar. Nuestros intelectuales sueñan con publicar cien libros y que sus nombres brinquen de inmediato en el buscador de Internet, Fidel en cambio recién a sus 80 años, cuando no se ocupa de controlar los hilos secretos del poder, escribe sus memorias. (Lo que asoma en los medios, sus manifiestos, si los analizamos bien, son escritos de otras personas).

Los intelectuales de mi generación y hasta los más jóvenes que hoy están en el gobierno, buscaron siempre al caudillo que les ayudaría a cumplir sus sueños de perro -que ellos no pudieron realizar con sus débiles cuerpos. Y es que para llegar a la meta se requiere de disciplina, cosa que ellos no practican porque arguyen que no “quieren encajonar sus vidas”. Además de constancia, mucha lengua y un curso -no precisamente por Internet- de cómo convertir en diamante una gran mentira. Nuestros intelectuales son demasiado tímidos. Fidel sólo teme al olvido después de muerto. Un “revolucionario” debe tener una energía potenciada, como si bebiera un endiablado cóctel de whisky con Red Bull, un olfato y estómago de mendigo para comer en fina mesa o en el suelo y con los dedos -cuando otros quisieran vomitar. No hay excusa para no asomar donde hay dolor, donde hay tragedia, donde hay futbol porque ello conmueve a la gente, acompañado de las cámaras de TV, reporteros de prensa, en medio de esbeltas secretarias, regios cuerpos de seguridad con gafas oscuras, militares, policías y más payasitos de caravana con título de súper ministros.

El “revolucionario” llegó tarde a la fiesta, cuando la algarabía acabó y en una esquina del salón aún hay algunos borrachitos que tardan en irse porque piensan que la gran celebración aún no ha comenzado sin ellos. E ignoran que hoy el muro de Berlín es un sitio de atracción apenas, al que acuden muchos turistas y soñadores convencidos de que su derrocamiento fue la mejor obra del espíritu revolucionario del siglo pasado. Yo asistí a un ciclo de conferencias en Berlín por aquellos tiempos y pude ver en sus calles a los primeros “escapados” de la Alemania Socialista: venían a comprar bananas, cámaras de video, hasta chocolates y dulces, porque comercio, industria y tecnología al otro lado de la muralla –con tanta intervención estatal- había desaparecido o simplemente se mudó a regiones más prósperas. Y hoy, nadie quiere volver a ello. Fue una estupidez de nuestros gobernantes, que fueron títeres de Moscú, afirman. “Got sei Dank, es is alles vorbei”, dicen, casi queriendo escupir y arrojar de sus cuerpos esos restos de socialismo que siempre llevarán bajo sus pieles.

El modelo cubano que los “revolucionarios” intentan reeditar en nuestras tierras tropicales no funcionó, simplemente. De ello se dio cuenta Fidel y decidió, más que por razones de salud, por cuidar su imagen de cara a la historia, abandonar el escenario político por la puerta de atrás, sin admitir su fracaso en público, porque ello sería un golpe certero de realidad para muchos soñadores del mundo, y en vez de ello encarga los destinos de la isla a su hermano Raúl, una figura menos relevante en la mente de los llamados progresistas, y que abundan en el mundo, que sueñan aún con tomarse el poder con las armas, que creen en la lucha del proletariado (cuando en Ecuador el 31% de los jóvenes están sin empleo, el 55% del total de la población en la subocupación, el 26.5% en puestos públicos que consiguieron apoyando a su líder a cambio de sumisión). Pero Joan Manuel Serrat hace tiempo que no saca un nuevo álbum con creaciones tales como las que nos ponían eufóricos y rebeldes hace más de treinta años, Mercedes Sosa –cuya voz y voluptuosidad nos inspiraba a volvernos los “Robín Hood cholos” contra los “malditos capitalistas”, descansa en una fosa. Alberto Cortés –mi preferido- vive feliz en un asilo de ancianos; mientras Piero –con su corazón revolucionario al servicio de la derecha (dicen los mejicanos a este fenómeno: navegar con bandera de pendejo)- va con sus músicos y coros tan ancianos como él por el mundo, tal un concierto de dinosaurios sobre el escenario.

Los rostros de los hermanos Castro reflejan el espíritu de los jóvenes seguidores de una revolución que fue necesaria en su tiempo y que, una vez despojado del poder Batista y sus grupos económicos tras él, en vez de poner a andar la nación por la senda de la democracia y del desarrollo económico, dedicaron sus vidas –admirables hasta entonces- a luchar por conseguir el control absoluto de la nación, hasta convertirse en el gobierno de una élite política fiel a su líder, no a sus principios, con demasiados privilegios frente a una población que poco a poco se cansó de esperar los frutos del cambio de sistema político-económico y que, al no verlos, muchos decidieron emigrar –los que pudieron- a otras naciones, mientras la mayor parte resignó sus sueños a cambio de un ticket para hacer cola y recibir frijoles, arroz, un paquete con leche en polvo; algo así como el bono de pobreza en Ecuador, o los comedores populares de Perú: se quedó a vivir bajo la protección del estado -a cambio de silencio y obediencia, porque de la comida y la educación se encarga éste, mientras los medios de producción le pertenezcan.

Si tan bueno es el sistema socialista en Cuba, ¿porque su gente trata de abandonar la isla? Meses, años después de instaurado el régimen de Fidel Castro, miles de pescadores arriesgaban sus vidas en sencillas embarcaciones de palos para llegar a las costas de Miami. El gobierno de los Estados Unidos, también de México y varias naciones de Centro América, por razones humanitarias acogieron a los recién llegados, les otorgaban la ciudadanía y hasta trabajo seguro, pero con el tiempo fueron endureciendo sus posturas al ver que ello se volvía un fenómeno migratorio de gran escala e impusieron graves restricciones a los extranjeros; mas ello no detuvo la migración y los cubanos siguieron arriesgando sus vidas para escapar del régimen socialista. En la actualidad nuestro país es para muchos de ellos un sitio de paso a otras regiones, como EE.UU., Canadá, Europa, aprovechando la doble nacionalidad –vía matrimonio, por 200 dólares apenas. A otros se les otorga el estatus de residentes a pocos días de aterrizar aquí; sin mucho trámite y en pocos meses, con la complicidad de las autoridades gubernamentales, ellos obtienen el pasaporte ecuatoriano. El presidente Rafael Correa, a principios de su gobierno, ordenó abrir las fronteras del país al mundo y ello significó que cualquier ciudadano de afuera pueda ingresar acá sin visa alguna, ¡mientras que las autoridades de otros países endurecieron sus leyes migratorias contra los ecuatorianos!

Aquí nadie se ha dado cuenta de que vivimos en plena era del Internet, de que hay un presidente negro en la nación más poderosa del planeta; Avatar es un film, no un estado de ánimo; los jóvenes ignoran quién fue Frank Sinatra y tampoco le gusta las películas de vaqueros. Los rebeldes del siglo XX pasaron años enteros escondidos en las montañas comiendo sopa en latas, arroz con frijoles, picados de las serpientes y los mosquitos, con las barbas largas, no porque ello haya sido la insignia del guerrillero de entonces, sino porque la extinta URSS les enviaba fusiles y balas, menos hojas para afeitarse; nuestros “revolucionarios” en cambio visten ropas y zapatos de marca, se movilizan en automotores de lujo (cada ministro -32 en total- tiene a su servicio autos que en el mercado están sobre los 60 mil dólares. O ¿Cuánto vale el Toyota 4 Runner del ministro de trabajo? US$ 87.990), ostentan relojes suizos en sus débiles y blancas manos. Y mientras ellos hablan de radicalizar la revolución, Raúl Castro tiene la misión de ir sacando poco a poco a Cuba del sistema actual para adoptar otro y no porque el capitalismo ofrezca la mejor alternativa, sino porque el modelo socialista que ellos se esmeraron en cultivar fracasó, así de simple. Deberá esforzarse por quitar a su feudo el honroso título de las naciones menos industrializadas, de bajar los niveles de corrupción (puesto 122 de 188 naciones). Raúl Castro abre las puertas de su país a las inversiones extranjeras, mientras Ecuador las cierra. Que hubo avances después de la era de Batista en el campo de la salud, que nuevos sectores se incorporaron a la repartición de la riqueza interna, que los estándares de vida mejoraron en comparación con el régimen anterior es innegable, ¡pero ello ocurrió hace 50 años! En la actualidad la salud sigue siendo gratuita, pero los enfermos tienen que hacer filas durante uno o dos días para recibir una simple pastilla contra la gripe. O esperar meses, años por una operación complicada y hasta ello el paciente muere; mientras la clase privilegiada en el poder tiene acceso a cualquier servicio sin necesidad de hacer interminables filas. La prostitución no dejó de ser una fuente de ingresos, como en tiempos de Batista, y hoy mucho más entre los florecientes negocios del turismo, manejados por “capitalistas” foráneos, justo yanquis y europeos, mientras los burdeles “populares” siguen en manos locales.

A los caudillos no les interesa el destino de sus pueblos, sino alimentar su ego. Y para ello hay una sarta de aduladores, un equipo domesticado a su modo que inclinan sus cabezas cuando éstos hablan (el miedo a la súbdita reacción del líder los llena de tics nerviosos). Son pintores, cantantes, poetas, catedráticos, cuyas vidas dependen de las arcas estatales para su supervivencia, no de la capacidad de sus oficios. Sus obras reflejan la mediocridad de sus espíritus y estos son -por ende- el reflejo de la calidad de gente que hoy forma parte del gobierno. No hay un escritor, un artista, un intelectual de relevancia en las filas gobiernistas, con una obra sólida y que merezca respeto por sus creaciones y su personalidad. Aquí no hay ideología. Vivimos la era de los tecnócratas, de la burguesía burocrática que, tal sanguijuelas en la epidermis del estado, succionan la sangre hasta dejar en huesos su presa. Lo importante es no contradecir ni enojar al líder, porque ello puede significar el despido. Ellos son los encargados de engrandecer la imagen del ídolo entre la población más joven y más pobre. Los asesores de imagen buscan su mejor perfil para las cámaras de televisión: el hombre grande y fuerte, que siempre toma en cuenta en sus discursos a los hambrientos; el que regala una casita, una tableta, un beso en la mejilla, una foto en plena calle: el perfil del hombre blanco, del capataz de hacienda, porque Ecuador es un país con gente acomplejada de sus orígenes. Aunque el señor Correa comparta su mandato con indios y negros, ello no es por convicción, sino por simple equilibrio de fuerzas entre los sectores que apoyaron su candidatura hasta llegar a la presidencia.

Para ellos la inspiración no viene del hecho grandioso -y a la vez poético que significó la revolución cubana, del cumplimiento de la teoría marxista, como fue la toma del poder por las armas; no viene del heroico asalto al cuartel Moncada, o de la euforia y generosidad de vida que mostró el Che Guevara, al convertir su lucha por una causa noble, como fue la revolución, en la mejor medicina contra su asma y epilepsia. Su fuente de inspiración viene de los fundadores del fascismo en el siglo XIX, Carlyle y Nietzsche, quienes manejaron la idea del súper hombre, del caudillo mesiánico que la tierra engendra cada cien años para imponer su voluntad y al que los demás deben obedecer sin resistencia alguna. No cabe en sus mentes que ellos no son los generadores de algo, sino –como en la genética- el resultado de la evolución social, y que en la historia, Tutankamón, Julio Cesar son nombres referenciales apenas de una época con un determinado proceso económico y político. No que sin ellos las sociedades de entonces se hubieran estancado, sino que tarde o temprano aquel proceso debió ocurrir tal y como hoy está estructurado en los libros. Tal vez habría variado en algo la trama, pero el desenlace sería de cualquier modo el mismo; que se llamen Gandhi, Hitler u Obama es casual: los seres humanos seguimos un ciclo evolutivo, a veces hacia atrás, como nuestro caso, pero ciclo al fin.

El caudillo debe saber cuándo y dónde abrir la boca, debe estar en el sitio y en el tiempo preciso. Si hay una tragedia que conmueve a la nación, él debe ir allí, aunque juegue con los sentimientos de los familiares de los muertos. Se pone poncho y sombrero en reuniones con los movimientos indígenas y campesinos, viste ropa casual para sus reuniones con los jóvenes, trajes Armani y camisas blancas con motivos, no siquiera precolombinos o preincaicos, sino una mezcla burda de líneas tibetanas y guatemaltecas, para sus reuniones con los cuerpos diplomáticos acreditados aquí. Son mil caras en una sola persona, como el monstruo –de la antigua Grecia- que esperaba a la puerta de la ciudad a los extranjeros. Para él la comunicación con las masas es la base de su gobierno, por ello va de pueblo en pueblo con sus ministros. Allí maneja la imagen del padre fuerte, del macho reproductor de la manada que lleva las riendas del estado. Asistir a sus shows es una especie de ritual mediático. Hitler fue un gran orador. Chávez magnetiza a las masas donde quiera que vaya. Es la imagen radiante del poder, un Fidias que cuanto toca se transforma; aunque el personaje de Tebas murió de hambre, porque todo en sus manos se volvía oro, hasta los alimentos que llevaba a su boca. No cabe duda de que se trata de un personaje con instintos políticos y de supervivencia extraordinarios. Un seductor que cuanto mira y toca se transforma en votos. En Ecuador tenemos Correa para largo y aunque muchos le acusen de desarticular la oposición, su golpe de magia fue incorporar ésta a su gobierno, llámese Partido Social Cristiano (hoy Madera de Guerrero), ID, MPD, Pachacutic, hasta el MIR (que nunca fue partido político), el PRE, Sociedad Patriótica del coronel Gutiérrez: son felices y viven su luna de miel con el señor Correa; así que no hay por qué acusar a éste de ser un dictador, sino todo lo contrario, resulta que él es un hábil concertador, y no pocos quisieran tener tales habilidades para mantenerse a flote en el poder.

Pero la evolución social o la biología hará lo que tiene que hacer con tales líderes y excrementos políticos a su alrededor y más temprano que tarde veremos una transición.

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