Hace días, específicamente el 15 de enero del 2007, me propuse guardar silencio para dar un tiempo de espera al nuevo mandatario. Las jugadas actuales de la política me las sé de memoria, es como una partida de ajedrez: uno intuye el movimiento de las piezas sobre el tablero por la experiencia de jugadas anteriores. Sólo que se cambie de actores que no sean de una misma escuela como para dejarnos sorprender con alguna estrategia diferente; de lo contrario, el juego del poder en sí, como se presenta en las actuales circunstancias, se parece a las telenovelas mejicanas, donde los actores son los mismos en todas las series, aunque con otros nombres, maquillados y vestidos de acuerdo al rol que les toca interpretar, a la época y circunstancias en que se desarrolla la nueva obra, apegados estrictamente al mismo guión escrito desde afuera, y que deben seguir a cabalidad, so pena de ser reemplazados de inmediato. Y no olvidemos que tras los estudios de grabación hay un mar de actores desconocidos que harían cualquier cosa por subirse al tren del éxito. Aún así, Intento cultivar el optimismo y no aburrirme con esta nueva serie llamada: el alumno de coronel y su constituyente; pero no hay señal alguna en el horizonte que me anime a creer en un nuevo amanecer, sino estos que tenemos, mañanas frías y lluviosas, con el avispero de noticias repetidas –y en dosis moderadas, a fin de mantenernos distraídos cada día.
Hoy he discutido otra vez con mi madre. No quiero cambiar su manera de pensar, solo traté de aclararle estos asuntos políticos actuales desde otra perspectiva que no sea la de su canal preferido ECUAVISA, su periódico el comercio, su carlitos vera, su paquito Velasco, como lo fue Gutierritos, el borjita, o el loquito que ama. Hoy grita por la casa entera el correita. Tal vez me acuse de ser un mal hijo, mas en el fondo nuestra viudez, bueno, en mi caso diré -mi soltería, los dos queremos un nuevo país, el cómo nos imaginamos ello, es otro asunto. Ya lo dijo el anarquista Jaime Guevara, «ningún gobierno me ha defraudado porque nunca esperé nada de ellos».
Cuando la colorada Cintia Viteri anunció que Correa se entrevistó en Panamá con Bucarán, casi nadie le tomó en cuenta. Fue un chisme más de los tantos que se soltaron al aire en una campaña por asestar sonoros puntapiés a la zona hepática de los candidatos. Cuando la prensa de abril del 2007 informó que el entonces candidato Correa fue a Washington para exponer su plan de gobierno ante inversores de capital, fue una farsa completa, ya que en esa época los más opcionados eran león Roldós, seguido de la colorada y luego de Noboa. Nuestro personaje en mención estaba en el séptimo lugar, de doce candidatos, superado inclusive por el hermano del actual ministro de gobierno. Los aludidos negaron, por supuesto, los rumores del encuentro, y se echó tierra al asunto en la recta final de la campaña ante el ascenso vertiginoso en las preferencias del electorado del movimiento alianza país. Mas la sospecha tomó cuerpo en la segunda vuelta electoral, cuando gente afines al exiliado en un hotel cinco estrellas en Panamá comenzó a asesorar al candidato y su presencia fue más visible con Sicuret, los Isaías Obando, o el mismo Carlos Larrea (hasta rima con Correa), el mismo que fuera subsecretario de gobierno en los tiempos del rock de la prisión y la guatita.
La campaña en sí fue un derroche de dinero: fueron dos, trescientos autos de lujo, con gente contratada exclusivamente para acompañar a los mítines, con una publicidad impresionante en los medios que responden a los intereses de sus auspiciantes. Si se hubiera prestado atención a los automóviles, se habría dado cuenta que eran los mismos que recorrieron toda una región –de acuerdo al plan delineado por los dirigentes del nuevo movimiento. Así, por ejemplo, los de Quito fueron hasta Tulcán, Ibarra, o en dirección contraria: Valle de los chillos, Sangolquí, Santo Domingo. Desde Guayaquil hasta Machala, Ventanas, Pasaje; o desde Cuenca a las ciudades aledañas, como Gualaceo.
Las famosas «concentraciones» no fueron otra cosa que una ostentación de poderío económico y de organización con base en los tradicionales partidos políticos que no sintonizaban –no cerraron buenos negocios o no fueron tomados en cuenta- con el discurso de Noboa. Viajaban con pancartas, puestos las camisetas verdes. En las plazas o calles tenían que gritar –por algo se les pagaba 7 dólares diarios, aparte comida, transporte y dormida-, estaban dispuestos a viajar a donde se les ordene, por bus o en carros de los auspiciantes. Los hoteles se llenaban donde llegaban, los restaurantes daban gracias al cielo, porque un desconocido cancelaba las cuentas. Su llegada a las ciudades era imponente, todo lucía bien organizado –y a la vez espontáneo: imaginemos una entrada bulliciosa a la ciudad de doscientos autos, con sus bocinas, altoparlantes, los acompañantes de la caravana gritando sus consignas, los discursos de rigor, los bailes, el alcohol, el show artístico. Y aquellas imágenes fueron sabiamente manejadas en la pantalla chica: espacios cortos, pero contundentes. Quienes manejan publicidad saben bien que tres segundos de primer plano de un producto es suficiente. Pero Correa, un maestro de la demagogia, siempre estuvo acusando la falta de espacio a su campaña en los medios.
El propio Carlos Larrea, en entrevista –previo al 26 de noviembre- para el universo afirmó tener un ejército de 5.000 personas en todo el país que «trabajan con alianza país».¿Quién dijo algo frente a estas palabras? Ostentación de riqueza frente a una población que cree al primero que le ofrece el paraíso a la vuelta de la esquina, sin dar nada a cambio. Ese mismo personaje afirmó una semana después de posesionarse el gobierno de Correa que su movimiento cuenta con 3.000 brigadistas para difundir en la población su propuesta de la constituyente. Y volvamos a la pregunta de siempre: ¿de dónde sale la plata para pagar? ¿Quiénes auspiciaron la campaña presidencial? En la lista de contribuyentes no consta algún pez gordo, son nombres desconocidos -hasta en el Internet, ficticios, como las tres empresas que no figuran siquiera en los registros de la superintendencia de compañías, y cuyos aportes –sumados todos- no superan los 120.000 dólares. Esa cantidad bastó para pagar al personal cuatro días apenas. En la entrevista para Vistazo, de Marzo del 2006, el entonces candidato Rafael Correa se niega rotundamente a dar la lista de sus auspiciantes; así de simple. Y no estoy alejado de la verdad, mi sobrino trabajó 45 días durante la campaña y recibió 7 dólares diarios por agitar la bandera verde junto al semáforo de la calle Vencedores del Pichincha, en Quito. Hoy está muy «ocupado» cuidando que el nuevo fiscal de la nación no ingrese a su oficina; aunque el presidente manifieste a los medios que ello «es una manifestación espontánea del pueblo cansado de tanta corrupción».
El actual gobernante no entendió el mensaje de los ciudadanos: ¡basta de lo mismo! Por ello castigaron con sus votos a los partidos que siempre estuvieron en primera fila bajo ese circo llamado democracia. A veces fueron maestros de ceremonias; otras veces los payasitos que nos mantuvieron distraídos con sus brincos y bromas, mientras el dueño de la carpa contabilizaba sus ganancias. Estuvieron en la jaula de los leones, comieron vidrios, tragaron fuego, o saltaban por los aires desde el trapecio, frente a un público olvidadizo y cómodo que siempre paga la función. Si hubiéramos deseado que nos gobiernen los grupos que hoy están en el gobierno, los habríamos elegido a ellos en las urnas. Rafael Correa olvida que nosotros castigamos con el voto a esos monos de circo que, bajo el membrete de las mayorías móviles, se vendieron –y venden, al mejor postor. Dijimos no al PSC, a la ID, a la DP, pero también –y con iguales argumentos, no al partido socialista, al PRE, a Pachakutik, al MPD, cuyas listas ya debieron desaparecer del mapa electoral por la insignificante cantidad de votos obtenidos en dos campañas electorales seguidas, de acuerdo a la ley de elecciones, pero que gracias a sus influencias en los organismos del control, han logrado mantenerse dentro de sus ataúdes, pero sin ser enterrados aún. Se les dio la oportunidad de gobernar al PRIAN, al PSP y Alianza País, en su orden, más allá de si le gusta o no a Correa; pues lo de ganar la presidencia fue circunstancial, aunque determinante, pero de ningún modo un cheque blanco que se lo tiene que endosar a los votantes.
Es lamentable la muerte de un ser humano y nos cuesta aceptar que ello pertenece a un ciclo de la vida; pero, más allá de las circunstancias que provocaron la colisión de las naves en el aire y que debe ser, por cierto, investigado e informarnos lo más pronto posible para evitar elucubraciones en los medios-, no debemos ignorar que la ex ministra de defensa fue parte también de ese círculo vicioso que la población tanto detesta; aunque, por respeto a su memoria no escribiré nada más sobre ella. Cómo ignorar que Carlos Larrea fue fiel colaborador del gobierno de Bucarám, lo mismo que Alfredo Castillo, Pedro Saad Herrería, Augusto Barrera. Cómo digerir que la izquierda rancia del país, los intelectuales, escritores, pintores hayan estado siempre del lado de los triunfadores (o de los chimbadores) y se escondieron tras vestidores tan pronto como se opacó su brillo. Luego de la caida del muro de Berlín no supimos dónde ubicarnos. Fue la peor debacle espiritual que sufrimos los socialistas en octubre de 1988 y que marcó con fuego nuestras vidas. Yo mismo, que por esos días estuve en un ciclo de conferencias en Italia, no pude concentrarme en mis actividades escuchando cada instante los sucesos: nunca negaré que esa noche me puse a llorar imaginando esa pared que dividía el mundo y tras la que me atrincheraba, negándome a aceptar la diléctica del tiempo, en el suelo. Después de unos años viajé allá y mi gran tesoro, como se guardan los vestigios de un terrible y apasionado amor imposible, es hasta hoy una piedra de la muralla.¡Como si en el mundo no hubiera otras murallas!
Hoy he discutido otra vez con mi madre. No quiero cambiar su manera de pensar, solo traté de aclararle estos asuntos políticos actuales desde otra perspectiva que no sea la de su canal preferido ECUAVISA, su periódico el comercio, su carlitos vera, su paquito Velasco, como lo fue Gutierritos, el borjita, o el loquito que ama. Hoy grita por la casa entera el correita. Tal vez me acuse de ser un mal hijo, mas en el fondo nuestra viudez, bueno, en mi caso diré -mi soltería, los dos queremos un nuevo país, el cómo nos imaginamos ello, es otro asunto. Ya lo dijo el anarquista Jaime Guevara, «ningún gobierno me ha defraudado porque nunca esperé nada de ellos».
Cuando la colorada Cintia Viteri anunció que Correa se entrevistó en Panamá con Bucarán, casi nadie le tomó en cuenta. Fue un chisme más de los tantos que se soltaron al aire en una campaña por asestar sonoros puntapiés a la zona hepática de los candidatos. Cuando la prensa de abril del 2007 informó que el entonces candidato Correa fue a Washington para exponer su plan de gobierno ante inversores de capital, fue una farsa completa, ya que en esa época los más opcionados eran león Roldós, seguido de la colorada y luego de Noboa. Nuestro personaje en mención estaba en el séptimo lugar, de doce candidatos, superado inclusive por el hermano del actual ministro de gobierno. Los aludidos negaron, por supuesto, los rumores del encuentro, y se echó tierra al asunto en la recta final de la campaña ante el ascenso vertiginoso en las preferencias del electorado del movimiento alianza país. Mas la sospecha tomó cuerpo en la segunda vuelta electoral, cuando gente afines al exiliado en un hotel cinco estrellas en Panamá comenzó a asesorar al candidato y su presencia fue más visible con Sicuret, los Isaías Obando, o el mismo Carlos Larrea (hasta rima con Correa), el mismo que fuera subsecretario de gobierno en los tiempos del rock de la prisión y la guatita.
La campaña en sí fue un derroche de dinero: fueron dos, trescientos autos de lujo, con gente contratada exclusivamente para acompañar a los mítines, con una publicidad impresionante en los medios que responden a los intereses de sus auspiciantes. Si se hubiera prestado atención a los automóviles, se habría dado cuenta que eran los mismos que recorrieron toda una región –de acuerdo al plan delineado por los dirigentes del nuevo movimiento. Así, por ejemplo, los de Quito fueron hasta Tulcán, Ibarra, o en dirección contraria: Valle de los chillos, Sangolquí, Santo Domingo. Desde Guayaquil hasta Machala, Ventanas, Pasaje; o desde Cuenca a las ciudades aledañas, como Gualaceo.
Las famosas «concentraciones» no fueron otra cosa que una ostentación de poderío económico y de organización con base en los tradicionales partidos políticos que no sintonizaban –no cerraron buenos negocios o no fueron tomados en cuenta- con el discurso de Noboa. Viajaban con pancartas, puestos las camisetas verdes. En las plazas o calles tenían que gritar –por algo se les pagaba 7 dólares diarios, aparte comida, transporte y dormida-, estaban dispuestos a viajar a donde se les ordene, por bus o en carros de los auspiciantes. Los hoteles se llenaban donde llegaban, los restaurantes daban gracias al cielo, porque un desconocido cancelaba las cuentas. Su llegada a las ciudades era imponente, todo lucía bien organizado –y a la vez espontáneo: imaginemos una entrada bulliciosa a la ciudad de doscientos autos, con sus bocinas, altoparlantes, los acompañantes de la caravana gritando sus consignas, los discursos de rigor, los bailes, el alcohol, el show artístico. Y aquellas imágenes fueron sabiamente manejadas en la pantalla chica: espacios cortos, pero contundentes. Quienes manejan publicidad saben bien que tres segundos de primer plano de un producto es suficiente. Pero Correa, un maestro de la demagogia, siempre estuvo acusando la falta de espacio a su campaña en los medios.
El propio Carlos Larrea, en entrevista –previo al 26 de noviembre- para el universo afirmó tener un ejército de 5.000 personas en todo el país que «trabajan con alianza país».¿Quién dijo algo frente a estas palabras? Ostentación de riqueza frente a una población que cree al primero que le ofrece el paraíso a la vuelta de la esquina, sin dar nada a cambio. Ese mismo personaje afirmó una semana después de posesionarse el gobierno de Correa que su movimiento cuenta con 3.000 brigadistas para difundir en la población su propuesta de la constituyente. Y volvamos a la pregunta de siempre: ¿de dónde sale la plata para pagar? ¿Quiénes auspiciaron la campaña presidencial? En la lista de contribuyentes no consta algún pez gordo, son nombres desconocidos -hasta en el Internet, ficticios, como las tres empresas que no figuran siquiera en los registros de la superintendencia de compañías, y cuyos aportes –sumados todos- no superan los 120.000 dólares. Esa cantidad bastó para pagar al personal cuatro días apenas. En la entrevista para Vistazo, de Marzo del 2006, el entonces candidato Rafael Correa se niega rotundamente a dar la lista de sus auspiciantes; así de simple. Y no estoy alejado de la verdad, mi sobrino trabajó 45 días durante la campaña y recibió 7 dólares diarios por agitar la bandera verde junto al semáforo de la calle Vencedores del Pichincha, en Quito. Hoy está muy «ocupado» cuidando que el nuevo fiscal de la nación no ingrese a su oficina; aunque el presidente manifieste a los medios que ello «es una manifestación espontánea del pueblo cansado de tanta corrupción».
El actual gobernante no entendió el mensaje de los ciudadanos: ¡basta de lo mismo! Por ello castigaron con sus votos a los partidos que siempre estuvieron en primera fila bajo ese circo llamado democracia. A veces fueron maestros de ceremonias; otras veces los payasitos que nos mantuvieron distraídos con sus brincos y bromas, mientras el dueño de la carpa contabilizaba sus ganancias. Estuvieron en la jaula de los leones, comieron vidrios, tragaron fuego, o saltaban por los aires desde el trapecio, frente a un público olvidadizo y cómodo que siempre paga la función. Si hubiéramos deseado que nos gobiernen los grupos que hoy están en el gobierno, los habríamos elegido a ellos en las urnas. Rafael Correa olvida que nosotros castigamos con el voto a esos monos de circo que, bajo el membrete de las mayorías móviles, se vendieron –y venden, al mejor postor. Dijimos no al PSC, a la ID, a la DP, pero también –y con iguales argumentos, no al partido socialista, al PRE, a Pachakutik, al MPD, cuyas listas ya debieron desaparecer del mapa electoral por la insignificante cantidad de votos obtenidos en dos campañas electorales seguidas, de acuerdo a la ley de elecciones, pero que gracias a sus influencias en los organismos del control, han logrado mantenerse dentro de sus ataúdes, pero sin ser enterrados aún. Se les dio la oportunidad de gobernar al PRIAN, al PSP y Alianza País, en su orden, más allá de si le gusta o no a Correa; pues lo de ganar la presidencia fue circunstancial, aunque determinante, pero de ningún modo un cheque blanco que se lo tiene que endosar a los votantes.
Es lamentable la muerte de un ser humano y nos cuesta aceptar que ello pertenece a un ciclo de la vida; pero, más allá de las circunstancias que provocaron la colisión de las naves en el aire y que debe ser, por cierto, investigado e informarnos lo más pronto posible para evitar elucubraciones en los medios-, no debemos ignorar que la ex ministra de defensa fue parte también de ese círculo vicioso que la población tanto detesta; aunque, por respeto a su memoria no escribiré nada más sobre ella. Cómo ignorar que Carlos Larrea fue fiel colaborador del gobierno de Bucarám, lo mismo que Alfredo Castillo, Pedro Saad Herrería, Augusto Barrera. Cómo digerir que la izquierda rancia del país, los intelectuales, escritores, pintores hayan estado siempre del lado de los triunfadores (o de los chimbadores) y se escondieron tras vestidores tan pronto como se opacó su brillo. Luego de la caida del muro de Berlín no supimos dónde ubicarnos. Fue la peor debacle espiritual que sufrimos los socialistas en octubre de 1988 y que marcó con fuego nuestras vidas. Yo mismo, que por esos días estuve en un ciclo de conferencias en Italia, no pude concentrarme en mis actividades escuchando cada instante los sucesos: nunca negaré que esa noche me puse a llorar imaginando esa pared que dividía el mundo y tras la que me atrincheraba, negándome a aceptar la diléctica del tiempo, en el suelo. Después de unos años viajé allá y mi gran tesoro, como se guardan los vestigios de un terrible y apasionado amor imposible, es hasta hoy una piedra de la muralla.¡Como si en el mundo no hubiera otras murallas!
Aún recuerdo, y yo me incluyo en ese grupo, que durante la primera campaña de Abdalá, trabajamos justamente por él, igual que apoyamos a Frank Vargas, al camaleón Freddy Ehlers. Clamábamos –igual que hoy- y pusimos nuestra firma en la constituyente del 98. Luego dimos el voto por Jamil, y meses más tarde en complicidad con el edecán Gutiérrez, los movimientos indígenas y los grupos sociales, digamos mejor, los sindicatos de las empresas estatales, tumbamos al autor del feriado bancario. De inmediato nos alistamos para las próximas elecciones: luchamos en el congreso porque se perdone a quienes rompieron nuestra constitución (la del 98), sacamos al coronel de la cárcel y con empeño de hormigas trabajamos por su candidatura. Cuando éste nos echó a patadas del gobierno (nos ofreció compartir el poder, igual que el actual mandatario) lo echamos también de su sillón, pusimos en su lugar a Palacio y cuando estábamos a punto de tirar la toalla, asomó alguien que pintaba para ganar –luego de su paso fugaz por el ministerio de economía.
A la izquierda ecuatoriana le ha sido difícil unirse a través de consensos de largo alcance que beneficien al país, y más bien estuvo siempre aliada con los gobiernos de turno para así mantenerse vigente, no por ideología, sino por intereses netamente económicos, como fue siempre la posición de nuestros camaradas dirigentes a costa de los jóvenes soñadores de entonces que, rompiendo ventanas, echando piedras y cockteles molotov a los polocías, soñábamos con la revolución del proletariado, del trabajador de las grandes fábricas de acero, de las minas de carbón, como en los orígenes de la ideología comunista, en Europa , mientras el Ecuador de principos del siglo XX era una sociedad feudal todavía o, hasta en los años 60, el 75% de la población era campesina.
A la izquierda ecuatoriana le ha sido difícil unirse a través de consensos de largo alcance que beneficien al país, y más bien estuvo siempre aliada con los gobiernos de turno para así mantenerse vigente, no por ideología, sino por intereses netamente económicos, como fue siempre la posición de nuestros camaradas dirigentes a costa de los jóvenes soñadores de entonces que, rompiendo ventanas, echando piedras y cockteles molotov a los polocías, soñábamos con la revolución del proletariado, del trabajador de las grandes fábricas de acero, de las minas de carbón, como en los orígenes de la ideología comunista, en Europa , mientras el Ecuador de principos del siglo XX era una sociedad feudal todavía o, hasta en los años 60, el 75% de la población era campesina.
La ciudadanía, durante las últimas cuatro elecciones, con su voto ha dado muchas estocadas mortales a la izquierda a fin de que desaparezca definitivamente del mapa electoral, mas ésta, en vez de exhibir un certificado de defunción en sus manos, siempre ha salido airosa gracias sus pactos tras cortinas con cualquier gobierno que les extienda la mano a cambio de generosas prebendas: la creación de innumerables universidades, por ejemplo, Enrique Ayala Mora, Antonio Poso. Partidas económicas para la difusión de autores ecuatorianos con dineros no reembolsables y por tanto, con libros que deben repartirse gratis entre la población, pero que se los vende: Raúl Pérez Torres, Iván Egüez.
Su influencia y peso en las decisiones trascendentales del país han sido demasiado grandes y determinantes como para eximirles de culpa o dejar de acusarles de ser cómplices del estado actual de cosas. Y es que están incrustados en sitios gubernamentales claves y en organizaciones particulares que de por sí tienen mucho peso: las ONGs, el organismo de derechos humanos, con la momia Alexis Ponce a la cabeza desde el siglo pasado, grupos como acción cívica, movimiento ciudadano. Están en la casa de la cultura, en las universidades, en las fundaciones, como la Guayasamín, en los medios, como el carroñero paco Velasco, (Carlos vera merece un capítulo extra para explicar su presencia en la pantalla), el camaleón Ehlers (que como parlamentario andino no asistió a las sesiones, pero que ganó 100.000 dólares de honorarios); son ecologistas, reclicladores, defensores de los animales y de los grupos indígenas. Están en las empresas del estado y no permitirán que nadie les despoje de sus logros sindicales: en Petroecuador, en Andinatel, por decir menos. Pero son también grandes exportadores de flores, poseen compañías aseguradoras y trabajan con el estado protegiendo nuestras empresas, son grandes importadores de licores, hablamos de vinos y de espirituosos de lujo. Controlan la educación del país (allí está el ministro), el ministerio de turismo. Están en esa caja de muertos llamado anticorrupción, ( uno de apellido Borja, tuvo a un hijo de controlador de la nación, a otro de ministro de economía, a su hija de subsecretaria de medio ambiente, eso de lo que se sabe). Al otro lado están los demás, que son más fuertes aún: en las aduanas, en el banco central, en el ministerio de economía, en industrias, en los grandes negocios de la construcción, en la superintendencia de compañías, de comunicación, de bancos….
Por ello, el conflicto actual no pasa de ser un duelo entre titanes por repartirse los negocios del país. Ellos se dicen: «oye, tu ya estuviste treinta años en las aduanas; loco, déjame unos añitos a mí también. Ya estuviste en economía, ya lucraste con la construcción de carreteras, de puentes, de las empresas hidroeléctricas. No delataré los negocios oscuros de Petroecuador, no diré las cifras exactas de Andinatel, ello queda en familia, así nos enseñó nuestro padre, nuestro tío, pero ya es hora de mi turno, hermano». Y para ese juego macabro necesitan a un grupo de gentes que deben favores a ambos lados. Al final, son ellos quienes están detrás del circo, no los políticos que deben seguir con el libreto del show; pues en la mayoría de los casos éstos son simples instrumentos del poder y desde sus puestos o envestiduras juegan a quién me da más a cambio de sus votos.
Me decía gente del MPD, ante mi opinión de que no necesitamos otra constituyente ni redactar otra constitución, porque ya son veinte los intentos anteriores y nada, mientras los responsables de nuestra debacle, entre cortinas y media noche se reparten los organismos de control del estado. Les recordé que EE.UU. no tiene sino una constitución desde la época de nacimiento, que Austria tuvo su última constituyente en 1926, y que desde allí se hecho las respectivas enmiendas a fin de perfeccionar algunos artículos de acuerdo a nuestra época… a lo que ellos me respondieron: «nosotros vivimos en Ecuador, no en Austria o en el imperio. Y sí, han habido veinte constituciones en el país, pero ahora vamos a escribir la propia, la del pueblo». Demagogia pura. Y esta es la filosofía de nuestro tiempo en boca de muchos políticos, tan propio como el doble discurso.
Y el presente gobierno es uno de sus seguidores. Perlas de muestra: Correa dijo en Bolivia: «no vivimos épocas de cambio. Vivimos cambios de época». Un desabrido juego de palabras. Se ofrece subir el bono de la pobreza (tal fue su nombre original) de 15 a 30 dólares, y su ministro Larrea tiene la osadía de decir que 1´500.000 pobres se beneficiarán de ello pero que a cambio esperan su respaldo para la constituyente. Se ofrece las viviendas a los más necesitados, pero se les exige afiliarse primero al movimiento del gobierno. Se puso al frente de la cancillería, un puesto clave dentro de las relaciones internacionales, a una poetisa de bajos kilates, sin experiencia alguna en tal espacio, cuyo mérito es ser la recomendada de Pedro Saad y del camaleón Ehlers, y no a un diplomático de carrera como, se me ocurre nombrar a Rivadeneira o al mismo Francisco Carrión. Y ¿Cuál fue la primera babosada suya? «Ecuador ha recibido medalla de oro con el nombramiento de Freddy Ehlers como secretario general de la comunidad andina» ¡Otros 100.000 dólares en salarios sin asistir a una sesión del parlamento que está en agonía! En cuanto a las fumigaciones dijo: un triunfo para el país, Y ¿qué lograron? «Que las fumigaciones se realizarán con presencia de personal ecuatoriano, que se conformará una comisión bilateral para investigar los daños causados en la salud de las personas y en el medio ambiente»; es decir, cuando los pilotos se apresten a fumigar, lo comunicarán a la parte ecuatoriana para ésta vaya a ver cómo destruyen la vida. Y más grave es aún si tomamos en cuenta que la frontera común de las dos naciones tiene una extensión de 450 kilómetros. En lo relativo al otro punto, ¿cuántas veces vamos a enviar a hacer análisis de los efectos causados por el glifosato en la naturaleza? ¿No bastan los cientos de informes de diferentes organizaciones a nivel mundial para entender que estamos destruyendo las últimas reservas de agua y naturaleza y que ello nos pasará la factura más pronto que tarde, como sucede actualmente en Brasil y Argentina? Además, ¿no bastan los informes de especialistas ecuatorianos, no creemos en ellos, o seguimos haciéndoles el juego a los intereses del imperio?
Y de estas perlas hay muchas. Los errores del ejecutivo traen graves consecuencias al país, como también la prepotencia del legislativo. En este duelo entre colosos, (los clanes económicos) la ciudadanía es el queso en medio de las rodajas de pan. Cada cual utiliza sus medios para mantenernos distraídos. Estamos empezando a soportar y hasta a perdonar los errores –pasados y actuales, lo más grave- de partidos políticos como la ID, el PRE, el movimiento indígena, la mula en que montan todos los grupos de poder para lograr sus objetivos de mantenerse o subir al poder, el MPD, los socialistas, sólo por que pronuncian la palabra salvadora –de ellos: constituyente. Igual con Elsita Bucarám (ay, la de la chatarra), con Marco Proaño maya, otro bailarín, con Andrés Páez. Se pide opiniones a viejos zorros como el ex presidente Alarcón, al nariz de tiza, hasta al propio loquito que ama. ¡Dios, los mismos engendros del mal de hace nueve años, cuando redactaron la otra constitución! Pero no será por el cambio -sintáctico apenas- de tales artículos que Ecuador se enrumbará por el camino del bienestar, del progreso. Será por el cambio de actitud de su gente; pero, sobre todo, por un cambio de conducta frente a la carroña y sus buitres.
Su influencia y peso en las decisiones trascendentales del país han sido demasiado grandes y determinantes como para eximirles de culpa o dejar de acusarles de ser cómplices del estado actual de cosas. Y es que están incrustados en sitios gubernamentales claves y en organizaciones particulares que de por sí tienen mucho peso: las ONGs, el organismo de derechos humanos, con la momia Alexis Ponce a la cabeza desde el siglo pasado, grupos como acción cívica, movimiento ciudadano. Están en la casa de la cultura, en las universidades, en las fundaciones, como la Guayasamín, en los medios, como el carroñero paco Velasco, (Carlos vera merece un capítulo extra para explicar su presencia en la pantalla), el camaleón Ehlers (que como parlamentario andino no asistió a las sesiones, pero que ganó 100.000 dólares de honorarios); son ecologistas, reclicladores, defensores de los animales y de los grupos indígenas. Están en las empresas del estado y no permitirán que nadie les despoje de sus logros sindicales: en Petroecuador, en Andinatel, por decir menos. Pero son también grandes exportadores de flores, poseen compañías aseguradoras y trabajan con el estado protegiendo nuestras empresas, son grandes importadores de licores, hablamos de vinos y de espirituosos de lujo. Controlan la educación del país (allí está el ministro), el ministerio de turismo. Están en esa caja de muertos llamado anticorrupción, ( uno de apellido Borja, tuvo a un hijo de controlador de la nación, a otro de ministro de economía, a su hija de subsecretaria de medio ambiente, eso de lo que se sabe). Al otro lado están los demás, que son más fuertes aún: en las aduanas, en el banco central, en el ministerio de economía, en industrias, en los grandes negocios de la construcción, en la superintendencia de compañías, de comunicación, de bancos….
Por ello, el conflicto actual no pasa de ser un duelo entre titanes por repartirse los negocios del país. Ellos se dicen: «oye, tu ya estuviste treinta años en las aduanas; loco, déjame unos añitos a mí también. Ya estuviste en economía, ya lucraste con la construcción de carreteras, de puentes, de las empresas hidroeléctricas. No delataré los negocios oscuros de Petroecuador, no diré las cifras exactas de Andinatel, ello queda en familia, así nos enseñó nuestro padre, nuestro tío, pero ya es hora de mi turno, hermano». Y para ese juego macabro necesitan a un grupo de gentes que deben favores a ambos lados. Al final, son ellos quienes están detrás del circo, no los políticos que deben seguir con el libreto del show; pues en la mayoría de los casos éstos son simples instrumentos del poder y desde sus puestos o envestiduras juegan a quién me da más a cambio de sus votos.
Me decía gente del MPD, ante mi opinión de que no necesitamos otra constituyente ni redactar otra constitución, porque ya son veinte los intentos anteriores y nada, mientras los responsables de nuestra debacle, entre cortinas y media noche se reparten los organismos de control del estado. Les recordé que EE.UU. no tiene sino una constitución desde la época de nacimiento, que Austria tuvo su última constituyente en 1926, y que desde allí se hecho las respectivas enmiendas a fin de perfeccionar algunos artículos de acuerdo a nuestra época… a lo que ellos me respondieron: «nosotros vivimos en Ecuador, no en Austria o en el imperio. Y sí, han habido veinte constituciones en el país, pero ahora vamos a escribir la propia, la del pueblo». Demagogia pura. Y esta es la filosofía de nuestro tiempo en boca de muchos políticos, tan propio como el doble discurso.
Y el presente gobierno es uno de sus seguidores. Perlas de muestra: Correa dijo en Bolivia: «no vivimos épocas de cambio. Vivimos cambios de época». Un desabrido juego de palabras. Se ofrece subir el bono de la pobreza (tal fue su nombre original) de 15 a 30 dólares, y su ministro Larrea tiene la osadía de decir que 1´500.000 pobres se beneficiarán de ello pero que a cambio esperan su respaldo para la constituyente. Se ofrece las viviendas a los más necesitados, pero se les exige afiliarse primero al movimiento del gobierno. Se puso al frente de la cancillería, un puesto clave dentro de las relaciones internacionales, a una poetisa de bajos kilates, sin experiencia alguna en tal espacio, cuyo mérito es ser la recomendada de Pedro Saad y del camaleón Ehlers, y no a un diplomático de carrera como, se me ocurre nombrar a Rivadeneira o al mismo Francisco Carrión. Y ¿Cuál fue la primera babosada suya? «Ecuador ha recibido medalla de oro con el nombramiento de Freddy Ehlers como secretario general de la comunidad andina» ¡Otros 100.000 dólares en salarios sin asistir a una sesión del parlamento que está en agonía! En cuanto a las fumigaciones dijo: un triunfo para el país, Y ¿qué lograron? «Que las fumigaciones se realizarán con presencia de personal ecuatoriano, que se conformará una comisión bilateral para investigar los daños causados en la salud de las personas y en el medio ambiente»; es decir, cuando los pilotos se apresten a fumigar, lo comunicarán a la parte ecuatoriana para ésta vaya a ver cómo destruyen la vida. Y más grave es aún si tomamos en cuenta que la frontera común de las dos naciones tiene una extensión de 450 kilómetros. En lo relativo al otro punto, ¿cuántas veces vamos a enviar a hacer análisis de los efectos causados por el glifosato en la naturaleza? ¿No bastan los cientos de informes de diferentes organizaciones a nivel mundial para entender que estamos destruyendo las últimas reservas de agua y naturaleza y que ello nos pasará la factura más pronto que tarde, como sucede actualmente en Brasil y Argentina? Además, ¿no bastan los informes de especialistas ecuatorianos, no creemos en ellos, o seguimos haciéndoles el juego a los intereses del imperio?
Y de estas perlas hay muchas. Los errores del ejecutivo traen graves consecuencias al país, como también la prepotencia del legislativo. En este duelo entre colosos, (los clanes económicos) la ciudadanía es el queso en medio de las rodajas de pan. Cada cual utiliza sus medios para mantenernos distraídos. Estamos empezando a soportar y hasta a perdonar los errores –pasados y actuales, lo más grave- de partidos políticos como la ID, el PRE, el movimiento indígena, la mula en que montan todos los grupos de poder para lograr sus objetivos de mantenerse o subir al poder, el MPD, los socialistas, sólo por que pronuncian la palabra salvadora –de ellos: constituyente. Igual con Elsita Bucarám (ay, la de la chatarra), con Marco Proaño maya, otro bailarín, con Andrés Páez. Se pide opiniones a viejos zorros como el ex presidente Alarcón, al nariz de tiza, hasta al propio loquito que ama. ¡Dios, los mismos engendros del mal de hace nueve años, cuando redactaron la otra constitución! Pero no será por el cambio -sintáctico apenas- de tales artículos que Ecuador se enrumbará por el camino del bienestar, del progreso. Será por el cambio de actitud de su gente; pero, sobre todo, por un cambio de conducta frente a la carroña y sus buitres.
Yo creería que el actual presidente va por el camino correcto si en vez de mantenernos ocupados con este circo de mal gusto, vanos discursos y confrontaciones gratuitas, aprovechara toda esa gran energía en fomentar las condiciones adecuadas para desarrollar a plenitud las actividades productivas, que es lo mismo que creativas. Y busque consensos de gobernabilidad, acercamientos con todas las fuerzas políticas, sea cual fuere su ideología u origen, nos guste o no, pero que representan a esas piezas dentro del engranaje democrático, igual que el ajedrez, a fin de lograr las reformas urgentes -vía congreso o asamblea constituyente. Necesitamos al estadista, al guía, al maestro que canalice ese derroche de energía de un pueblo en efervecencia hacia la consecución de una patria grande y solidaria. Por qué empeñarse en escribir un capítulo mediocre –por repetido- dentro de la historia, cuando tenemos tantos libros arrumados en la biblioteca. Por qué ofrecer una chispa apenas cuando podríamos provocar -generosos- un incendio que ilumine su luz y queme su fuego a través de los siglos. Y en este empeño todos debemos contribuir, desde cualquiera sea nuestra posición y actividad. La historia a partir del cristianismo hasta aquí ha sido de nombres, mas en nuestra época debe ser de pueblos, de naciones, de generaciones, como fueron los grandes sucesos de tiempos remotos.
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