“…El TLC es beneficioso para los ecuatorianos, no entiendo por qué se oponen…”
Embajadora de los Estados Unidos, en entrevista con los medios 13-03-2006
“…Las negociaciones seguirán adelante…”
Alfredo Palacio en cadena nacional del 15.03.2006.
SE BUSCA PARTNER
Igualdad de condiciones. Este es uno de los principios básicos para toda negociación, y hasta en asuntos particulares del ciudadano (a) común. Si alguien se embarca en un proyecto trascendental para su supervivencia, debe estar seguro de que va a salir airoso tras la firma del convenio; de lo contrario, admite sus debilidades, se retira y en silencio se prepara hasta alcanzar un nivel de competitividad. En inglés hay una palabra demasiado hermosa y amplia como para aplicarla en su completo significado los negociadores norteamericanos frente a los ecuatorianos (y cualquier país débil): partner. Es común encontrar anuncios en los medios solicitando un (a) compañero (a) sentimental o, en otros casos, un socio comercial, persona o empresa constituida, para realizar juntos una actividad económica, correr riesgos y compartir, por cierto, los beneficios generados por ésta. En grandes business se denomina corporación, y para ello no hay anuncios en la prensa.
Nuestro país busca un partner para su supervivencia y para ello está cerca a firmar un tratado de libre comercio con los Estados Unidos de Norteamérica; mas, ¿cómo dar margen a la duda y creer en la buena voluntad de nuestros representantes para defender los mayores intereses de la nación, cuando -de entrada- sabemos que la USAID ha asumido los costos de movilización de nuestros equipo negociador?
Esta organización funciona con dineros que las transnacionales aportan al gobierno norteamericano; lleva a cabo una dudosa actividad caritativa en la mayoría de países en desarrollo, con el objetivo de suavizar la imagen del imperio en comunidades campesinas e indígenas, por ejemplo, de cara al conflicto armado en Colombia, o a la firma de un tratado comercial, con la instalación de una letrina o un consultorio dental en los campos abandonados. En otros casos, lleva aportes directos –dinero en efectivo- a sectores identificados con el stabishment, pero en la oposición hasta conseguir sus propios espacios; tal es el caso del grupo acción ciudadana, liderado por un tal César Montúfar, en Quito. Estos dineros también caen en Irak a manera de granadas, se emplean en Miami para desprestigiar al gobierno cubano y son los que también utilizan aquí nuestros negociadores.
¿Qué país no quisiera tener preferencias arancelarias para el ingreso de la mayoría de sus productos a cualquier mercado del mundo, sobre todo en el norte? ¿A quién no le gustaría tener igualdad de trato en sus mercaderías, en oportunidades de acceso a líneas capitales? Mas, la pregunta aquí es si el imperio busca lo mismo y, sobre todo, si es ello lo que necesita.
Durante estos meses en Ecuador se especula mucho con el tema. Un grupo de empresarios (se entiende los que manejan la economía nacional) nos bombardean con un spot publicitario que compara al TLC con un tren. No podemos quedarnos atrás, intentan convencernos, exponiendo las ventajas de cerrar a tiempo esta negociación. Lo que ellos no dicen es que nosotros hace mucho tiempo que perdimos el tren.
¿Quiénes son estos personajes que se han tomado nuestro nombre para llevar a cabo tal proyecto, sin siquiera consultarnos? No se cansan de restregarnos la cara con dicho tratado, aduciendo que traerá progreso, mejor distribución de la riqueza, estabilidad social. Tampoco van a afirmar lo contrario. Dicen también que si no hay ese convenio será la debacle nacional. Yo expondré cuáles son estos negocios: camarones, flores, frutos del mar, algunos sectores textiles, plásticos, los importadores, reunidos todos bajo el membrete de las cámaras de comercio y la industria. ¿Representa esto el total de la producción interna? De ninguna manera; mas son grupos de poder que han venido manipulando los destinos de la nación de acuerdo a sus intereses.
A partir del 1ro. de enero del 2007, la mayoría de estos empresarios corre el riesgo de perder las preferencias arancelarias que el país del norte otorga a países con economías débiles, nada transparentes, aunque con reservas de petróleo, gas, minerales; poco propensos a invertir en educación, salud, en tecnología, con el objetivo de aprovechar de manera justa los dineros generados por la explotación de sus recursos naturales en beneficio de su gente; con una clase política corrupta, servicial a grandes grupos económicos foráneos a cambio de mantenerse en el poder, que saquea las arcas públicas con un pacto satánico entre clanes, aparentemente opuestos.
Claro que les conviene a ellos tal tratado: es un subsidio del gobierno yankee a nuestros exportadores a cambio de grandes concesiones comerciales y hasta territoriales. Cualquiera de sus delfines llegará –tarde o temprano-a Carondelet y el imperio moverá todas sus cartas para sostenerlos en sus sillas, mientras sean útiles y dóciles.
Sobre el tablero de ajedrez hay que diferenciar a los peones de la reina. ¿Qué pieza nos consideramos, cada individuo, dentro de aquel juego? ¿A qué estrategia se deben nuestros movimientos de cada día? Los empresarios tienen la suya: ellos quieren seguir vendiendo y comprando al norte.
CAMARÓN QUE SE DUERME……CEVICHE
Al comenzar los años 80, los manglares comenzaron a desaparecer y en su lugar se construyeron gigantescas piscinas camaroneras. Su auge económico en los años noventa se vio eclipsado por completo con la llegada de la mancha blanca a los cultivos. Ha transcurrido casi una década de ello y, aunque el negocio ha vuelto a repuntar, no se llegado aún al límite de la cuota impuesta por las autoridades norteamericanas para este producto; sin embargo, a partir del próximo año, los empresarios comenzarán a pagar aranceles por el ingreso de camarón al mercado, en caso de no firmarse el TLC.
A propósito de las inundaciones que durantes estas semanas están afectando a la costa ecuatoriana, debemos estar concientes que una de las causas para ello es la destrucción del bosque primario, la desaparición de los mangles y, en su lugar, la creación de lagunas artificiales dedicadas al cultivo de camarones. Los bosques y mangles actúan como esponjas cuando llega el invierno; su destrucción origina el desbordamiento de los ríos y, como consecuencia, la inundación de las ciudades.
Estas actividades, igual las flores, son prohibidas en suelo norteamericano; sin embargo, a su gente, como a nosotros, le gusta comer camarón y si hay oferta en el mercado no hay por qué privarse de aquella delicia sobre la mesa. Entonces se importa. Tailandia vende el crustáceo a toda la región asiática; después de Brasil, Costa Rica, Colombia y Ecuador, el reino de Siam tiene también una cuota considerable para el consumo en los EE.UU. Otros exportadores están –igual-en competencia y el imperio siempre tiene de donde elegir: hay recientes piscinas en Camboya, en el sur de Indonesia, Filipinas, Madagascar, Nicaragua; estos países reciben también preferencias arancelarias, cuotas de importación, pero siempre a cambio de algo, no podía ser de otra manera. Los camarones, los mangos o el brócoli, no es una cuestión de vida o muerte para los Estados Unidos, sino más bien, un capítulo más de su estrategia global por mantenerse a flote.
Los territorios entregados por gobiernos débiles al imperio, o que fueron usurpados por éste, nunca volvieron a la soberanía de sus respectivos países; tal ocurre en Filipinas, Cuba, Afganistán, Corea del Sur, Sudan, Alemania, Kuwait, Ecuador y tantos otros lugares alrededor del mundo. Sus ejércitos permanecen allí, igual que las embajadas: quitando y poniendo gobiernos a su medida, con amplias redes de espionaje político, económico. Llegan como simples turistas en cuerpos de paz, misiones religiosas, asesoran en comercio internacional y comienzan a recopilar información de todos los movimientos de su gente. Graban conversaciones, ayudan a sectores de oposición, arman a grupos radicales, trafican con ellos estupefacientes, armas y luego los declaran terroristas; entrenan a los ejércitos locales en áreas específicas de su conveniencia: protección de pozos petroleros, carreteras (por donde cruzan sus productos hasta llegar a los barcos o a los aviones), contra espionaje, sabotaje, levantamientos, paros, narcotráfico. Envían emails ofreciendo visas para residir y trabajar en el norte; el interesado declara su vida privada y auque puede ser un buen prospecto, el 99 por ciento de los que escriben son rechazados, más sus datos ya constan –sin saberlo- en los bancos de información del FBI.
Qué les importa a ellos el medio ambiente, si ni siquiera su propio país les interesa tanto, como se pudo comprobar después que el huracán Catherine hizo de las suyas en New Orleáns: dineros que debieron estar disponibles todo el tiempo para situaciones de emergencia, fueron desviados para la guerra en Irak. ¡Entonces, cómo no van comprarnos todos los árboles, camarones o flores, aun con el riesgo de destruir nuestro país! Todos sus movimientos son impulsados por el olor al dinero. La madera siempre está de moda, y aunque la tecnología haya lanzado al mercado productos similares, pero reciclables; o los ingenieros utilicen el plástico, el PVC para crear nuevos ambientes en las casas, de acuerdo a las exigencias de nuestra era cibernética, nada se comparará a un fino mueble hecho a mano. Barcos llenos de árboles abandonan el puerto con rumbo a las carpinterías del norte y Europa para, -luego de un fino proceso- acabar en los mejores almacenes de cualquier ciudad, a precios exorbitantes; mientras que aquí, más cuesta el transporte, que el producto mismo dentro del contenedor. ¿Será esta la forma de estabilizar nuestra incipiente economía? Un tratado comercial en una región donde nada importa más que la libre competencia, feroz e inhumana, sólo traerá consigo el agotamiento de sus recursos naturales y luego la dependencia de sus habitantes a otras naciones.
PÉTALOS DE FLORES
Un buen negocio es aquel en el que las partes salen ganando por igual. Veamos ahora las flores. Este negocio genera cerca de 350 millones de dólares al año y es bien sabido que tales dineros no vuelven al país; ingresan a la bolsa de los mercados extranjeros, se adquieren divisas, acciones de empresas en ebullición, se invierte en mega proyectos de otras naciones, como represas hidráulicas, construcción de grandes aeropuertos; se compra y se vende armamento a través de compañías con fachadas de buenos samaritanos. Innumerables son las actividades que se alimentan con estos dineros, fruto del esfuerzo y la miseria de los trabajadores de las empresas en el mundo.
¡Cómo no van a pedir los empresarios un trato equitativos para sus productos, cuando saben bien que si no se firma el tratado comercial, ellos deberán pagar tasas de 6 hasta 15% por concepto de aranceles al ingresar sus mercaderías en tierras norteamericanas! ¡Por qué cancelar esos impuestos de sus bolsillos, cuando ellos pueden hipotecar nuestro país a cambio de unos cuantos centavos!
Las preferencias arancelarias vigentes hasta el 31 de Diciembre del 2006, no fueron a cambio de nada, como pregonan los grupos de oposición durante las épocas de campaña electoral: nos costó la ocupación de la base de Manta; un espacio que ya no es nuestro, con un aeropuerto en donde aterrizan cada día -sin control alguno- aviones militares y de las grandes transnacionales con armamento, mercenarios, tecnología, repuestos para las empresas petroleras, materiales de radar a fin de seguir cualquier movimiento nuestro, baratijas para ser entregadas en sectores marginales con el objetivo de ganar su simpatía. Nos costó la renovación de los contratos con las empresas petroleras para la exploración de nuevos campos, como también su explotación.
Y este es el peor de los negocios que realizamos con ellos, al no tener capitales y tecnología: por cada diez barriles de petróleo extraído, ocho son para las transnacionales, dos para el dueño de la materia prima. No se tomó en cuenta, al firmar los contratos, el posible incremento de los precios en el mercado, mas sí el castigo por los niveles de mezcla. Sus ambiciones no conocen fronteras, hasta que no se les pare. Nos cuesta la adjudicación de contratos a firmas extranjeras para la construcción de puentes, carreteras, represas hidroeléctricas en regiones donde han desaparecido las lluvias. Nos cuesta más endeudamiento para pagar intereses apenas de la deuda externa, mas no para invertir –al menos- en salud o educación. Nos cuesta la venta de empresas estatales, antes productivas, con buen rendimiento de ganancias y hoy convertidas en la sombra de lo que se nos avecina con o sin la firma del acuerdo comercial.
El área andina no es la única en recibir los incentivos a la producción. Ellos saben en dónde compran y qué región la deben volver dependiente a través del comercio. Lo hace con Centroamérica, con Méjico. ¿Por qué no compra flores en Guatemala, o el FMI, el BM no entregan créditos a Haití, geográficamente más cerca de EE.UU., como lo hace con Ecuador, para que su población se dedique a cultivar camarón, banano? El imperio escoge a los países de acuerdo a su estrategia global de dominio, apoderamiento y saqueo de recursos; impone aranceles a las mercaderías de afuera para luego chantajear a las naciones y mantenerlas así bajo su voluntad.
Y no siempre ni a todos da el mismo trato. A Corea del Sur, Tailandia, Singapur, por ejemplo, hace muchos años que las borró de su lista de preferencias arancelarias y más bien, desde la década anterior, comenzó a invertir directamente cantidades de dólares -con muchos dígitos- en empresas constituidas allí, cuya producción debe abastecer los mercados de aquellas regiones.
Si tal es el costo para el país con la exportación de flores (junto a otros productos), también lo es para el medio ambiente. ¿Por qué los norteamericanos, líderes en tecnología agrícola, no siembran rosas en sus territorios; o, al menos, en otras regiones más cerca a ellos?
Primero porque el cultivo tiene un impacto negativo en el medio ambiente: para crear el efecto invernadero dentro del establo, es necesario cubrir éste con grandes hojas de polietileno, cada seis meses. El calor del sol es indispensable para un óptimo desarrollo de las plantas; más su reflejo sobre el plástico provoca que los rayos vuelvan a la atmósfera, causando así el recalentamiento de la misma y, por tanto, la alteración del ambiente.
En lugares con mayor número de plantaciones se ha comprobado un incremento –más de lo usual- de temperaturas durante el día y una disminución en las noches, el alejamiento de las lluvias, el deshielo acelerado de las montañas. El recalentamiento del globo no es provocado sólo por la emanación de gases tóxicos del parque automotriz y de las fábricas; ya lo advirtieron los técnicos yankees hace casi cuarenta años y es por ello que tales cultivos fueron prohibidos dentro de sus territorios.
Entonces, como la paradoja de los ecuatorianos que, para mantener limpio el carro por adentro, arrojamos la basura a las vías: los dineros generados allá con estos negocios, buscaron nuevos lugares donde asentarse; reorientaron sus capitales hacia el extranjero, se dedicaron a vender su tecnología, con el fin de no quedar fuera del generoso comercio de las rosas. Un buen día, apareció la primera plantación en el país, en Cayambe, hace veinte y siete años, y desde entonces no ha dejado de crecer el negocio, ni las cuentas bancarias de sus dueños.
Segundo: los riesgos para la salud de los trabajadores. La lucrativa actividad de flores en Holanda, el jardín de Europa como se la denomina a este miembro de la comunidad, sucumbió hace veinticinco años ante las presiones de las autoridades, quienes debieron someter a las empresas bajo estrictas reglas de seguridad laboral y cuidado de las tierras.
Luego de la segunda guerra mundial, la floricultura fue otra de las actividades que mayores ingresos aportó a las arcas del estado. Su producción fue muy apreciada en Europa y los trenes con frigoríficos llevaban cada día vagones enteros con hermosas flores holandesas a todo el continente; mas a partir de los años setenta, el gobierno –acosado por las denuncias de su población- formó un cuerpo para investigar los efectos causados en la salud de los trabajadores y en la naturaleza al utilizar fungicidas, pesticidas, acelerantes de maduración, junto a otros elementos, dentro del cultivo, a fin de conseguir un determinado color, contextura, tamaño.
A través de la manipulación genética se había logrado también nuevas especies de flores que no se secaban pronto porque sus tallos realizaban una mayor absorción de agua (llena de componentes extraños a su naturaleza). La conclusión fue que mientras más hermosa resultaba una flor, más tratamientos químicos había soportado durante su cultivo; se comenzó por tanto, a normar el uso de los insumos durante el cultivo de las flores.
Pero ello no sería suficiente, sino hasta que llegó el informe sobre los efectos causados en los trabajadores por manipulación indiscriminada de tales productos. No es éste un tratado de rigor sobre el tema, es apenas el recuerdo de mis lecturas de hace muchos años; tampoco soy un especialista en la materia para enumerar los elementos nocivos al contacto con el cuerpo humano. El informe fue categórico: la tasa de muertes por cáncer era la más alta en Europa, igual los nacimientos con deformaciones corporales, las enfermedades a la piel, severos traumas en el sistema respiratorio. Las autoridades, entonces, elaboraron una lista de productos que debían ser eliminados de inmediato en los cultivos y al mismo tiempo, se permitió incrementar el número de trabajadores extranjeros para las plantaciones. Se formó un cuerpo de vigilancia que llegaba cuando menos alguien lo esperaba.
El negocio con las nuevas reglas poco a poco dejó de ser productivo. La prohibición del uso de la mayoría químicos trajo consigo un retroceso en la calidad del producto, lo que ocasionó la pérdida de mercados. Para empeorar la situación, llegó también el informe de los efectos causados por los químicos en las tierras cultivadas. Fue simplemente aterrador: los suelos quedaban destruidos, contaminados por completo, y habrían de transcurrir, calculaban los expertos que elaboraron el informe, al menos 100 años hasta que los campos utilizados para el cultivo de flores puedan volver a producir otros frutos sin que éstos lleven consigo una acumulación excesiva de componentes nocivos para la salud de las personas.
Y no solo ello, sino que estos elementos esparcidos en la tierra, con las lluvias y la filtración del agua, tienden a contaminar el entorno de los campos, volviéndose la región -en donde estuvieron los cultivos- no opta siquiera para habitarla, debido a la gran acumulación –día tras día, cosecha tras cosecha- de agentes tóxicos en la tierra y en el agua. Las tierras eran utilizadas durante seis años apenas; luego de aquel tiempo, se trasladaba los establos a otros sitios, mientras que los primeros quedaban definitivamente abandonados. Con tales informes, más las regulaciones y prohibiciones, la quiebra de los negocios fue más que esperada.
Una empresa que ha acumulado capitales por generaciones no puede desaparecer de la noche a la mañana. Aquí se puso a prueba el instinto de supervivencia a través de una rápida transformación, búsqueda y adaptación a los nuevos cambios. En negocios, innovarse más pronto que el mercado o desaparecer, es una ley que siempre se debe tener muy en cuenta. Igual la capacidad de avizorar el desarrollo de la demanda en los próximos días, meses, años y trazar siempre posibles alternativas. Toda empresa depende de la capacidad de reacción frente las tormentas del mercado. Los holandeses no se pusieron a llorar, ni pidieron preferencias arancelarias a los países compradores de sus flores; pues ellos sabían bien y saben los mejores empresarios que todo producto lleva consigo una carga impositiva desde su cultivo hasta el contacto con el consumidor.
Desde entonces, muchos de ellos trasladaron sus cultivos a países del sur, en donde las palabras medio ambiente, protección al personal, prevención carecen de significado para sus habitantes y autoridades. Allí compraron grandes extensiones de tierras a precios bajos y se dedicaron a cultivar flores para su comercialización en Europa, en los países ricos de Asia. Desde el Caribe hasta el sur: a EE.UU.. Y sin tener que preocuparse de las exigentes leyes holandesas.
¿Qué autoridad en nuestro país se encarga de controlar el uso adecuado de las tierras en las plantaciones de flores? ¿Quién supervisa los instrumentos de protección que las empresas deben entregar a los trabajadores para la fumigación y más labores relacionadas con el cultivo? ¿Qué autoridad hace un seguimiento a través de una cartilla del ingreso de productos químicos utilizados en las plantaciones? Los ambientalistas europeos han advertido –con resultados de análisis en sus manos- que las flores procedentes de países en desarrollo contienen altas dosis de elementos tóxicos; si ello es así, ¿cuál será la magnitud de riesgos a los que están expuestos los trabajadores en los cultivos?
LA BANCA PRIVADA
Las tasas de interés no bajarán. Los banqueros son otros de los ganadores con el TLC. Un año después de la dolarización, estas instituciones ya reportaron ganancias. La prensa lo dio a conocer como un logro: 280 millones. ¡Para el 2005 fue superior a los 1.200 millones! Valores declarados voluntariamente por ellos. Mientras otros sectores van desapareciendo del mapa económico, como los zapateros, los talabarteros, los orfebres, los sastres. 350.000 ecuatorianos viajaron al exterior en el 99 y apenas el 20% de esa suma regresaron. Las cantidades se fueron multiplicando hasta alcanzar los 560.000 en el 2002. Se estima que la mitad de la población ecuatoriana está en el extranjero. Sólo en península ibérica están 650.000, de los cuales apenas 380.000 son residentes legales. (Entre bromas, los inmigrantes afirman que la ciudad más grande de Ecuador es Madrid). Parece perverso cuando decimos que en una partida de ajedrez con EE.UU., perdemos los ecuatorianos, porque nuestros peones se fueron a España.
He oído con horror cuando en nuestras pláticas, mis amigos afirman que el TLC será una oportunidad para ingresar de lleno al nuevo milenio, aunque, como en todo negocio, unos ganan y otros pierden. Vivimos épocas de barbarie. Las hienas se unen sólo para matar. Hemos perdido nuestra capacidad de reacción y tal vez por ello volvemos la mirada al sector indígena, como pidiendo auxilio, porque reconocemos en ellos los genes que en nosotros han desaparecido definitivamente. Nos complicamos el tiempo con religiones, discursos y teorías sobre la vida, cuando ésta es más sencilla de lo que podemos imaginar: no robar, (ama sua) no mentir (ama llulla), no ser ociosos (ama killa). Mi madre añadió otro: no ser servil. Siga estos principios, señor Palacio, sobre todo el último, y será feliz; tendrá la paz interior para abrazar a sus nietos, y con una sonrisa que contagie, contarles un cuento: cuando yo fui presidente.
Las tasas de intereses deben ser bajadas vía decreto, tal como se lo hace en EE.UU.; mas para ello se necesita en Carondelet a un presidente legítimo, que no le tiemble el pulso al tomar decisiones, convencido de que su misión es gobernar en favor de los grandes intereses de la patria, y no para un sector que maneja la economía. Actualmente en el norte, el interés a los créditos productivos es del 3%. Para el 2003, el año más difícil en la economía norteamericana (se hablaba de deflación) el presidente Bush fijó la tasa al 2.5%, con el objetivo de incentivar al aparato productivo interno. La medida surtió efecto, y desde entonces, cada año se ha visto señales de evidente recuperación, traducido en mayor exportación de sus productos, un fortalecimiento del sector laboral y, sobre todo, una aparente estabilidad económica; aunque con un déficit presupuestario casi fuera de control.
Nuestros empresarios, en cierta medida, tienen razón al pedir preferencias arancelarias al ingreso de sus mercaderías en EE.UU. Con una taza del 16 hasta el 21% de intereses en un país dolarizado, el negocio de los bancos se convierte en usura. Y esto es castigado dentro de nuestras leyes, pero ninguna autoridad hace algo en contra del atropello. La taza –en cambio-para los ahorros es de apenas el 5% anual. Es decir, si un ciudadano deposita en un banco mil dólares, al cabo de un año recibirá 50 dólares apenas de intereses. Si el mismo cliente, en cambio, pide 1.000 dólares de crédito, al cabo de un año pagará 210 sólo de intereses; sin contar el 6% de comisión, los costos por manejo de la cuenta, el notario, y más gastos que cuando el cliente se entera, termina por enojarse.
En EE.UU. la inflación está en el 2.1 por ciento y en Ecuador cerró el 2005 con el 4.9%, de acuerdo a las cifras del gobierno. Durante el mes de marzo se estima que ya bordeamos el 6%. Ecuador es el único país en el mundo sin moneda propia. Papua Guinea y las islas perdidas en su alrededor, Nepal, Suazilandia manejan las suyas; menos nosotros. Somos los únicos que depreciamos una moneda extranjera. ¿Razones para ello? Dicen los economistas que hay demasiado dinero –de origen legal y sospechoso- circulando en el sistema financiero, más que su capacidad real para generar riqueza a través de su aparato productivo; junto a una excesiva oferta de mercaderías y servicios. Pero si hay oferta, deberían entonces bajar los precios, es una ley del mercado. Yo veo más bien que la inflación en el país refleja la crisis de producción nacional frente una acelerada dependencia hacia el exterior. No hay incentivos, ni protección del estado el pequeño empresario, a los agricultores, a los artesanos, junto a otras actividades que mueven la economía local, y no constan en la agenda del TLC. La banca privada pertenece al grupo de los ganadores.
FRUTOS EXÓTICOS
Nos dicen que con aquel tratado comercial los ecuatorianos podremos diversificar los cultivos para exportar a Norteamérica, ya que ellos comprarán cuanto nosotros podamos ofrecerles; es así que los campos se pueden llenar con plantaciones de mango, granadillas, claudias, tamarindo…Los campesinos tendrán también su pedazo en la repartición del pastel. Para aclarar la ignorancia de nuestros representantes, les pregunto: ¿Cuántos agricultores poseen tecnología de riego, asesoría en el manejo de insumos, cultivos y, sobre todo, en la comercialización de sus productos? Pocos están preparados para afrontar los riesgos de producir a gran escala; aún así, nada impide que uvas, ciruelas, peras, manzanas…de origen chileno inunden el mercado ecuatoriano, con mejor calidad y precios bajos. Igual ocurre en EE.UU. Hay mangos de Santo Domingo, piñas de Jamaica, papayas de Méjico, naranjas de El salvador, hasta tamarindos de Madagascar… La oferta de frutas y verduras de origen extranjero han saturado al consumidor; y es entre proveedores la competencia -a veces desleal- por colocar sus productos en el mercado; no por que sea muy rentable, sino porque carecen de alternativas en un mundo con amplias redes de comercialización.
Para los cultivos alternativos tenemos un cupo de exportación, tan grande como ellos lo tienen para vendernos maíz o arroz. ¿Podremos, algún día, reunir 200.000 toneladas de guayaba, tipo calidad? Hablemos con optimismo y digamos: sí; pero también preguntémonos: ¿Cuántos en EE.UU. conocen su sabor? Ni siquiera aquí existe gran demanda. Igual ocurre con otras frutas exóticas. La maracuyá, por ejemplo, o pasions Füchte, como se la conoce en Europa, no es familiar en el norte, a no ser para las embotelladoras menores de bebidas, que elaboran jugos con el concentrado de esta fruta, y cuyo consumo, al lado de las tradicionales naranja o manzana, no representa ni el 1% de la demanda total.
Nos dicen, y bien serios, que este tratado abre la puertas también a otros productos no tradicionales, como la carne de cuy, la máchica, mojicones, caquita de cuy, aplanchados, delicados de afrecho, hasta el mote pillo podemos vender con ese convenio tan milagroso, que consta de seis mil partidas arancelarias. Todo depende del deseo por competir, de la creatividad. Y los campesinos que escucharon tal conferencia se emocionaron, convencidos de que al fin se abrirán nuevas posibilidades de trabajo con las tradicionales golosinas. Este medio pinta Mauricio Pinto, pensó que fue su mejor conferencia ante la cholada de Cayambe, desde los tiempos del coronel. En medio de la euforia nos advirtió que debemos temer más a la competencia desleal de China que a los EE.UU. Vaya argumento; en realidad, él respiraba por la herida: sus fábricas de ropa están en declive, primero porque no alcanzan niveles de calidad similares a la de los países vecinos, y luego ante la invasión de mercaderías de origen asiático, con precios muy bajos, aunque de mala calidad, que sacuden la competencia formal.
Así, la mayor parte de la producción, llamada alternativa, estará orientada a los inmigrantes apenas, cuya nostalgia aflora en plenitud, cuando hallan en el supermercado, junto a una esquina, el tomate de árbol o las uvillas.
Pensemos que los ecuatorianos emprendemos una cruzada en los medios de comunicación y logramos posicionar la naranjilla, o los taxos a la cabeza de los productos exóticos con mayor demanda en Norteamérica: ello no será una ventaja para nosotros, sino un instrumento más de presión que el gobierno del norte utilizará para imponer sus mandatos en nuestros gobiernos débiles y sumisos como el actual. Y no solo ello, sino que los ganadores no serán nuestros campesinos: ellos entregan en Ecuador toneladas de brócoli a precios bajos y los beneficiados son siempre las empresas compradoras de EE.UU. Por una caja de banano reciben nuestros agricultores US$ 2.5 y a veces menos; mientras que en el lugar de destino –Norteamérica, Europa- cuesta 18 dólares, o 2.70 el kilo.
Business son business y allí no hay espacio para sentimentalismos, opinan nuestros empresarios. No es que yo no crea en la capacidad del campesino ecuatoriano, pero en las condiciones actuales frente a sus similares del norte (sin incentivos para la producir, como créditos rápidos, con bajos intereses; sin acceso a la tecnología, sin apoyo -por parte del estado- al estudio de la comercialización en sus diferentes etapas luego del cultivo: venta, exportación, aranceles, calidad, manejo de cuentas, pago de impuestos, proyecciones): no veo igualdad de condiciones para competir.
HABITACIÓN CONTIGUA
Para la ronda de negocios en EE.UU (desde el 27 de marzo), 72 habitaciones fueron reservadas para los invitados, (industriales, floricultores, representantes del sector textil…) en el Washington Plaza, y todo para permanecer en el “cuarto contiguo”, porque en este convenio las reglas de juego ya están decididas por los norteamericanos, mucho antes de iniciar las negociaciones en el 2004. Con este tratado ganarán los más fuertes. Y del lado nuestro los más fuertes son nuestros empresarios, los que disfrutan de la comida, del wisky y la cálida atención del personal del hotel, a manera de soborno.
Se engañan los representantes del sector industrial y textil, al creer que, vendiendo nuestro país, van a salir ganando ellos, porque –supuestamente- van a recibir contratos para fabricar aquí productos de marca norteamericana, patentadas por cierto, y con prestigio internacional, para venderlas en nuestro mercado, o de aquí exportar a Venezuela, a Brasil; tal como sucede con los autos o la línea de electrodomésticos fabricados en Méjico y que luego se envían al sur del continente. Perú y Colombia nos llevan demasiada ventaja.
Los pequeños productores de ropa, calzado, la industria de la música tendrán que cerrar las puertas, si insisten en copiar diseños patentados en EE.UU.; como los de Walt Disney, la guerra de las galaxias, o Niké, porque los yankees obligarán a nuestros gobiernos a clausurar las fábricas, o talleres que trabajen sin pagar derechos de utilización de la marca, pedirán que se respete el TLC al pie de la letra, so pena de imponer sanciones. Y los intendentes de policía tendrán que hacer cumplir el tratado, clausurando, multando, confiscando todo producto ilegal.
Igual sucederá con los medicamentos. Los genéricos son prohibidos dentro del convenio: se deberá vender sólo los productos de marca; el resto, es una actividad desleal, según ellos. Nuestra industria farmacéutica tendrá que pagar patentes, o cerrar sus puertas; pues, de acuerdo a la ley (suya), un medicamento no podrá ser universalizado sino después de veinte años; en cambio los nuestros en apenas cinco años. Es parte del show cuando el cardiólogo exige a los negociadores no ceder en este asunto. No ceder qué. Él debe seguir el libreto y basta.
TRIGO Y ALGODÓN
El trigo ingresará al mercado ecuatoriano con cero aranceles. Hasta hoy paga el 10%. Los agricultores de aquí, hace más de treinta años que dejaron de sembrar en cantidades esta gramínea, cuando la antigua URSS, Canadá y EE.UU. luego de la segunda guerra mundial, recuperaron la producción e impusieron los precios en el mercado; los nuestros, entonces, que hasta esa época no fueron capaces de cubrir siquiera el consumo local, debieron bajarse del negocio y buscar alternativas para sus campos. El dictador Rodríguez Lara, dentro de su plan nacionalista, inauguró el -ya desaparecido- sistema de tiendas populares y para ello, debió permitir la importación de 50.000 toneladas de trigo con el objetivo de abastecer la demanda interna; deuda que fue cancelada con las primeras remesas de dólares que empezaron a ingresar al país, fruto de la reciente explotación petrolera en los campos de la amazonía. Las importaciones, desde entonces, han ido creciendo año tras año, hasta nuestros tiempos.
Parecería que con este negocio, las dos partes involucradas salen ganando; mas, ignoramos un pequeño inconveniente: ¿quiénes son los importadores del trigo? Y aquí volvemos al principio: los empresarios que poseen capitales para comprar miles de toneladas al año, no el panadero de la esquina que adquiere algunos quintales para su negocio, al precio que imponen los mayoristas. Los peces grandes engordan comiéndose a los chicos. Los empresarios disponen de líneas de créditos, (no en vano pertenecen todos al mismo círculo de ricos), amasan grandes capitales y vuelven a inyectarlos en diferentes negocios del exterior; es la inversión sobre inversión. No tienen dineros ociosos, como un jubilado que entrega la suma de sus años de trabajo a la banca para ganar el 5,% de intereses anuales por sus ahorros, ¡cuando la inflación de hoy está sobre el 6%!
Ellos no traen capitales frescos, a manera de inversiones, para inyectar dinamismo a la producción interna. La banca privada se mantiene con vida gracias a los ahorros del 90% de ecuatorianos que han confiado –otra vez- en ella. Dineros como los del jubilado, son los que sostienen la dolarización, los que reciben los empresarios –a manera de créditos- para ampliar sus negocios aquí; en este caso, para importar y mantener el monopolio del trigo en el país, para traer miles de autos (sólo en el 2005 se vendieron 60.000). Ellos cancelan la deuda y vuelven a pedir más créditos, mientras que las ganancias las invierten afuera. O compran deuda ecuatoriana, el negocio más rentable de los últimos tiempos. (¡En estos años de chaupi democracia se pagó 36.000 millones de dólares sólo en intereses y aún seguimos debiendo 17.500 millones de capital! Vivimos en una sociedad perversa, sumisa, apagada, que no se defiende y se deja llevar, como los bueyes al matadero.
Cuidado, que el corralito argentino, puede estar más cerca de lo que pensamos; aunque, como en el 99, los banqueros y empresarios tienen a buen recaudo sus dineros; en Islas Caimán hay siempre un nidito acogedor para aquellos depósitos de tierras tropicales. Ellos no invierten aquí porque no confían en esto que han engendrado. Se estima que US$ 7.500 millones al año fugan del país: dineros trabajados aquí, esfuerzo y sudor de aquí, que van a engordar otros negocios en el extranjero.
No bajará el precio del pan. De ello podemos estar seguros los ecuatorianos. Y aquí no hay lugar para el entusiasmo que imprimen los representantes de la industria molinera; sólo engordarán los bolsillos de los empresarios por partida doble: no tendrán que pagar impuestos al importar el trigo, (dineros que pueden ser canalizados para cumplir con la deuda social que los gobiernos de turno acumulan desde hace décadas; en salud, por ejemplo, no hay presupuesto para las campañas de vacunación infantil); tampoco reducirán el precio al llevarlo al mercado; al contrario, lo subirán cuando se les venga en gana, aduciendo escasez en el exterior, huracanes, aumento de los precios del transporte, inflación (¡provocada por ellos!).
Los empresarios nos ponen en su bote y reman aguas arriba, sin importarles qué opinamos nosotros. Ellos piensan que mirar sus carteras gordas es también nuestra satisfacción.
Tampoco pagarán aranceles por el ingreso de algodón; ellos argumentan que así obtendremos mayor capacidad de producción, a fin de competir con nuestros vecinos Perú y Colombia. Si adquirimos, intentan convencernos, telas más baratas, pueden bajar los costos de fabricación; pero no es verdad. No son los pequeños productores quienes serán beneficiados.
Si hubiera sinceridad en los empresarios, les sugeriría aprovechar esta parte del tratado, entrando a una agresiva campaña por mejorar la calidad, sincerar precios, estrechar lazos comerciales con otros países: cuidar nuestro prestigio, volviéndolo escuela. Decía mi madre, si hay cinco vendedores del mismo producto en una calle, busca otra calle; aunque tú seas el único: el prestigio conseguido te seguirá hasta allá. No en vano hablamos de la calidad suiza, alemana, japonesa. Decir Sony es tener garantía del producto. Levis Straus, Heineken. Nuestros empresarios saben bien que han perdido mucho terreno frente a sus similares foráneos, más que por falta de capitales (la banca local les pertenece), por falta de visión en los negocios.
No pudieron superarse frente a los retos de una economía globalizada; sus pensamientos son tan cortos como su miopía, aunque sus ambiciones desmesuradas. Pensaron que siempre iban dominar el mercado interno, sin cuidar el acabado e imponiendo sus precios; fijaron aranceles altos a las mercaderías de afuera para dificultar su comercialización aquí. Pero un día, otros cachorros de hiena, hambrientos de carroña, entraron a competir y jugaron el mismo juego de ellos: se tomaron las aduanas, y desde entonces comenzaron a entrar todos los productos posibles. Otros países presionaron bajo el logo: si quieres vender, debes comprar. Cedimos, y buen día, las mercaderías de afuera superaron a las nuestras; a muchos empresarios, entonces, se les aclaró el panorama: unos se dedicaron a importar; otros, en cambio, se renovaron y empezaron a diversificar su producción (flores, camarones).
Y son los miembros de esta clase económica quienes buscan un TLC con EE.UU. a como de lugar. Hemos perdido nuestra capacidad de generar riqueza y nos hemos vuelto consumidores apenas; mientras que la mayoría empresarios son simples revendedores. No en vano somos el país más débil del pacto andino, luego de Bolivia. Y así queremos entrar a un duelo de titanes; o, como decía el célebre bobo Suquilanda (con S): entrar a jugar en las grandes ligas.
La industria textil y de la moda colombiana ha ganado mucho espacio en el mercado internacional, y con sobra de merecimientos. Sus fábricas producen en serie para las grandes cadenas de almacenes en Europa y EE.UU; hay constante renovación de diseños, hay una oferta de calidades y precios. Lo mismo ocurre con Perú: sus productos compiten de igual a igual con la invasión de ropa asiática. Han desarrollado a tal punto sus sistemas de producción que ingresan a todos los mercados posibles; no sólo con ropa, sino también con telas para la industria interna y exportación. ¿Dónde estamos nosotros?
LAS MURALLAS
Los empresarios e industriales del país son una clase privilegiada que no pagan a un coyotero para viajar al Estados Unidos. Tienen visa de residentes, pueden entrar y salir cuando quieran, asentarse y abrir negocios en Miami, -como el felino: son los incentivos que el imperio otorga a sus súbditos. Si de igualdad de condiciones hablamos, que el resto de ecuatorianos puedan ingresar libremente a EE.UU.; total, no todos queremos viajar a allá para dejarnos humillar en sus puestos migratorios, mientras ellos sólo deben presentar su pasaporte, los nuestros en cambio deben obtener hasta un certificado de no estar contagiado con SIDA. Se quedan aquí el tiempo que quieren, obtienen fácilmente la ciudadanía ecuatoriana con sólo declararse inversionistas, aunque traigan menos plata que el que nuestra gente paga a los coyoteros.
Abran sus fronteras, así como nosotros abrimos las nuestras, para creer en la sinceridad de convenio. Entréguenos señor, Palacio la documentación del tratado a firmarse, para que el resto de mortales pueda enterarse de cuánto su equipo está negociando. El documento completo consta de 1.600 hojas. ¿Lo tiene en sus manos, le entregó a usted la embajada norteamericana el original, con una traducción certificada por nuestra cancillería? Ningún negociador nuestro lo tiene, ni siquiera Chiriboga, sino es por partes. Es el mismo boceto con el que se negoció el primer TLC con Canadá.
El equipo negociador no es improvisado, como el nuestro; es un cuerpo experimentado con escuela: cada uno sabe de memoria su papel, sin espacio para las dudas. Sólo al final de las negociaciones ellos entregarán el original completo para su aprobación en el congreso; e igual que con Colombia o El Salvador, ellos pondrán a disposición su servicio de traductores. Todo es misterio ante nosotros. Lo que asoma en Internet son recortes apenas, temas expuestos y sin saber qué mismo pasó, cuáles fueron nuestras propuestas, qué aceptaron ellos y en qué debimos ceder.
Recuerdo que en la ronda de Cartagena, ante los crecientes comentarios de la sociedad civil por falta de información y transparencia en las negociaciones, los representantes ecuatorianos, acordaron invitar -con la venia de la contraparte- a los miembros de los gremios, sindicatos, asociaciones de diferentes ramas productivas, como agricultores, carpinteros, artesanos, junto a otras actividades (sin importancia en su agenda), con el objetivo de recibir comentarios y aportaciones a los temas a tratarse allí.
Esto fue, en realidad, una maniobra para calmar los ánimos de los sectores que pedían estar presentes, con el objetivo de saber qué mismo se estaba negociando. Se nos pagó todo (tuve el desacierto de aceptar la invitación): buen hotel, comida en abundancia; mas terminé por aburrirme –igual que los otros delegados- al pasar días enteros en una gran sala, con instrucciones de no salir, rodeados de un numeroso cuerpo de seguridad; mientras nuestros negociadores y la contraparte permanecían en otras salas.
Luego, mientras ellos celebraban el cierre de la ronda con brindis y bocadillos, yo me propuse obtener -a como de lugar- algún documento o algo me pudiera dar una idea de lo que trataron adentro; mas los representantes, de parte y parte, tuvieron siempre la precaución de no mezclarse con nosotros, tampoco hablaban. Nada pude conseguir, sino unas cuantas postales que el hotel nos obsequió al abandonar la recepción. ¿Qué informe iba yo a entregar a mis compañeros del gremio? Ninguno. No recibí, por suerte, un baño de ortiga, y ya entre copas puede referirles algunos detalles de la cita, que un negociador nuestro tuvo a bien comentarme.
En Colombia, como en Lima o en Quito, se trabajó (y trabaja) sobre temas seleccionados previamente por los norteamericanos. Ecuador llegó a las mesas de negociación sin propuesta alguna que haya salido del interior de la sociedad, con temas que reflejen e incluyan los más variados aspectos de su realidad económica, política, social; con nuestras diferencias, sueños y proyecciones. El texto del imperio es como un anillo que debe calzar en todos los dedos de las manos.
Si ellos redactaron los términos del convenio, ¿por qué habrían de informarnos todos los detalles durante el primer encuentro? Me di cuenta también de un detalle que puede influir mucho en el contenido final del tratado: el desconocimiento de inglés avanzado, y más, comercial, de la mayoría de nuestros representantes; los 16 negociadores tenían traductores simultáneos, y estos no eran del estado ecuatoriano, sino norteamericanos.
El imperio sabe que debe invertir, y no escatima esfuerzos para ello. Ha cerrado innumerables tratados comerciales con otras naciones, se maneja de acuerdo un esquema fijo, apenas variable dentro de su estrategia global de supremacía sobre las demás naciones. Ellos son los primeros en descubrir el origen de una chispa, que luego puede convertirse en incendio y, como buenos bomberos, están listos con sus mangueras para ir a cualquier sitio del mundo.
LAS MURALLAS
Cómo no van a defender los empresarios e industriales del país la firma de un tratado comercial con EE.UU., si ellos son los únicos que no pagan a un coyotero para entrar al imperio. Tienen visa de residentes, pueden entrar y salir cuando quieran, asentarse y abrir negocios en Miami, -como el felino: son los incentivos que el imperio otorga a sus súbditos. Si de igualdad de condiciones hablamos, que nuestros ciudadanos puedan ingresar libremente a EE.UU.; total, no todos queremos viajar a allá para dejarnos humillar en sus puestos migratorios, mientras ellos entran y salen cuando quieren, con sólo presentar su pasaporte, cuando los nuestros deben obtener hasta un certificado de no estar contagiado con SIDA. Se quedan aquí el tiempo que quieren, obtienen fácilmente la ciudadanía ecuatoriana con sólo declararse inversionistas, aunque traigan menos plata que el que nuestra gente paga a los coyoteros.
Abran sus fronteras, así como nosotros abrimos las nuestras, para creer en la sinceridad de convenio. Entréguenos señor, Palacio la documentación del tratado a firmarse, para que el resto de mortales pueda enterarse de cuánto su equipo está negociando. El documento completo consta de 1.600 hojas. ¿Lo tiene en sus manos, le entregó a usted la embajada norteamericana el original, con una traducción certificada por nuestra cancillería? Ningún negociador nuestro lo tiene, ni siquiera Chiriboga, sino es por partes. Es el mismo boceto con el que se negoció el primer TLC con Canadá.
El equipo negociador no es improvisado, como el nuestro, es un cuerpo experimentado con escuela: cada uno sabe de memoria su papel, sin espacio para las dudas. Sólo al final de las negociaciones ellos entregarán el original completo para su aprobación en el congreso; e igual que con Colombia o El Salvador, ellos pondrán a disposición su servicio de traductores. Todo de misterio ante nosotros. Lo que asoma en Internet son recortes apenas, temas expuestos y sin saber qué mismo pasó, cuáles fueron nuestras propuestas, qué aceptaron ellos y en qué debimos ceder.
Recuerdo que en la ronda de Cartagena, ante los crecientes comentarios de la sociedad civil por falta de información y transparencia en las negociaciones, los representantes ecuatorianos, acordaron invitar -con la venia de la contraparte- a los miembros de los gremios, sindicatos, asociaciones de diferentes ramas productivas, como agricultores, carpinteros, artesanos, junto a otras actividades (sin importancia en su agenda), con el objetivo -supuesto- de recibir comentarios y aportaciones a los temas a tratarse allí.
Esto fue, en realidad, una maniobra para calmar los ánimos de los sectores que pedían estar presentes con el objetivo de saber qué mismo se estaba negociando. Se nos llevó (tuve el desacierto de aceptar la invitación) con todo pagado: buen hotel, comida en abundancia; mas terminé por aburrirme –igual que los otros delegados- al pasar días enteros en una gran sala, con instrucciones de no salir, rodeados de un numeroso cuerpo de seguridad; mientras nuestros negociadores y la contraparte permanecían en otras salas.
Mientras ellos celebraban, (el resto fuimos convidados de piedra apenas) el cierre de la ronda con brindis y bocadillos yo me propuse obtener -a como de lugar- algún documento o algo me pudiera dar una idea de lo que trataron adentro; mas los representantes, de parte y parte, tuvieron siempre la precaución de no mezclarse con nosotros, tampoco hablaban y en la sala estaban sin portafolios. Nada pude conseguir, sino unas cuantas postales que el hotel nos obsequió al abandonar la recepción. ¿Qué informe iba yo a entregar a mis compañeros del gremio? Ninguno. No recibí, por suerte, un baño de ortiga, y ya entre copas puede referirles algunos detalles de la cita, que un negociador nuestro tuvo a bien comentarme.
En Colombia, como en Lima o en Quito, se trabajó (y trabaja) sobre temas seleccionados previamente por los norteamericanos. Ecuador llegó a las mesas de negociación sin propuesta alguna que haya salido del interior de la sociedad, con temas que reflejen e incluyan los más variados aspectos de su realidad económica, política, social; con nuestras diferencias, sueños y proyecciones. El texto del imperio es como un anillo que debe calzar en todos los dedos de las manos.
Si ellos redactaron los términos del convenio, ¿por qué habrían de informarnos todos los detalles durante el primer encuentro? Me di cuenta también de un detalle que puede influir mucho en el contenido final del tratado: el desconocimiento del inglés avanzado, y más, comercial, de la mayoría de nuestros representantes; los 16 negociadores tenían traductores simultáneos, y estos no eran del estado ecuatoriano, sino norteamericanos.
El imperio sabe que debe invertir, y no escatima esfuerzos para ello. Ha cerrado innumerables tratados comerciales con otras naciones, se maneja de acuerdo un esquema fijo, apenas variable dentro de su estrategia global de supremacía sobre las demás naciones. Ellos son los primeros en descubrir el origen de una chispa, que luego puede convertirse en incendio y, como buenos bomberos, están listos con sus mangueras para ir en cualquier sitio del mundo.
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