La historia nos enseña que no hay regreso en el tiempo, sino una repetición de sucesos hasta nosotros hayamos aprendido lo suficiente como para no volver a equivocarnos. Nuestras viejas camisas ideológicas en el ropero representan un espacio donde cabe apenas la nostalgia frente a un mundo real, dinámico y globalizado; mientras que en ellas hay un olor a momia, a complicidad y también a obediencia.
No ignoro que un sueño convertido en obsesión puede cambiar nuestra rutina de modo radical; mas, si nuestras convicciones socialistas de juventud tuvieran aún vigencia, no estaríamos leyendo con tristeza en los libros la desaparición de la URSS, la caída del muro de Berlín, (tampoco tendría en mi estudio un pedazo de mármol de allí, que a veces le paso barniz para mantener su brillo a fin de asombrar a mis visitas), Camboya sería una nación próspera de la mano del Rotes Khmer, Vietnam no habría sellado un pacto comercial con EE.UU. en 1997; Mercedes Sosa, Alberto Cortés, Violeta, Victor Jara, Ana Belén, Joan Baez ¡serían los mismos de entonces!
El mundo que tenemos es el mundo que nosotros también hemos labrado. Y allí no hay espacio para sentimentalismos: es, simplemente. Convicción ideológica, o realidad: nuestra euforia de juventud terminó en el estómago. Debimos sobrevivir, adaptarnos, cada cual a su modo, o desaparecer. Fuimos camaleones, avestruces (de acuerdo a la circunstancia); algunos en cambio evolucionaron hasta convertirse en temibles depredadores. Los conozco bien. Los vi en las manifestaciones a favor de Gutiérrez, cuando éste se tomó el congreso en el año 2000; luego trabajaron con entusiasmo por su candidatura y celebraron unidos su triunfo en las elecciones del 2002. Estuvieron en el gobierno del coronel, los vi ser echados a patadas del Carondelet, cuando éste decidió aliarse con la ID (que hoy apoya a Correa) y el PSC. Se disputaron después a mordiscos las vocalías del IESS, del consejo supremo de justicia, del TSE, del TC, (donde obtuvieron estratégicas concesiones del gobierno de turno a cambio de sus votos, como no desaparecer del mapa electoral al no conseguir en dos elecciones consecutivas el 4% del total de votos a nivel nacional).
A principios del 2006, le dieron la espalda al entonces candidato Correa, porque que no confiaban en sus opciones de triunfo, así de simple; sus cálculos electorales fue ir separados en la primera vuelta, a fin de conseguir la mayor cantidad de dignidades seccionales a nivel nacional, para -en la segunda ronda- apoyar al hermano lelo, quien hasta entonces (mayo del 2006) brillaba como seguro ganador de la presidencia; mas en cuanto Correa comenzó a repuntar en las encuestas, ellos hicieron de nuevo sus números y, una vez terminada la primera vuelta, se pusieron a órdenes del segundo finalista en la contienda electoral, y hoy presidente, para sellar un pacto con sangre -hasta llegar a Carondelet.
Fueron el MPD, el PS, los foragiles, (que apoyaban antes a León Roldós), Pachakutik, la CONAIE, los temibles sindicatos de las empresas estatales, los médicos, los profesores, los escritores…pero no fue a cambio de nada: Correa ofreció lo exacto a cada sector social, dijo lo que ellos querían escuchar y de este modo se los puso en su bolsillo. Su movimiento, al principio, fue un reciclaje de gente que estuvo junto a él en la confabulación contra Gutiérrez desde la vicepresidencia, donde fue un oscuro asesor económico, y después quienes lo apoyaron durante su fugaz e intrascendente paso por el ministerio de economía: la envejecida y mañosa izquierda del país, los viejos zorros del escenario político, que le ayudaron a abrir espacios, puertas y a tender lazos con otros perdedores (en los comicios) que siempre se aliaban con el gobierno de turno desde su posición ambivalente: los grupos que estaban con el ex candidato Frank Vargas, con Bucarán (muchos fueron parte de su gobierno); se la jugaron por Jamil Mahuad, sacaron de la cárcel a Gutiérrez y apoyaron luego su veloz carrera a la presidencia. Fueron y son: Pedro Saad, Alexis Ponce, Freddy Ehlers, Ayala Mora, Alfredo Castillo, Paco Velasco, Carlos Vera, Mauricio Gándara, la familia Guayasamín, Raúl Vallejo, Rodrigo Borja, Trajano Andrade, Gustavo Larrea, Alberto Acosta, el corcho Cordero, Nina Pacari, Virgilio Hernández, Pedro de la Cruz, … Y de allí en adelante fue un solo de guitarra para Correa.
Hoy Ecuador es un país donde los zombis (o cadáveres vivientes) hablan de esperanza, y en su entusiasmo cometen los mismos errores que el resto de momias ocultas en nuestro ropero; mas, ¡qué podemos esperar de ellos, si no son capaces de respetar siquiera la última voluntad de su guía espiritual! Es que lo macabro se volvió durante los últimos días de diciembre en el mejor medio de publicidad para vendernos sus sueños de perro. La sangre mueve la venta de ciertos medios sensacionalistas. Las fotografías de cuerpos descuartizados en media vía, o remendados en la morgue, las violaciones, la pornografía alimentan el morbo de mucha gente, no sólo aquí, sino también en el mundo; mas nunca imaginé que en el gobierno actual la necrofilia pueda ser elevada a instrumento político para conmover las masas y lograr adhesiones a sus proyectos, con un impresionante derroche de recursos económicos, que raya en la ostentación, propia de países pobres y sin brújula alguna.
¿Cómo pudieron los descendientes del Viejo Luchador permitir que se profane su tumba y no solo ello, sino también el desmembramiento de sus restos para cumplir las pretensiones de ciertos personajes enfermos con el poder? Paz para los muertos y respeto a su memoria, si ésta aún nos ilumina con el brillo de sus enseñanzas, es lo mínimo que un cadáver (si tuviera voluntad) puede esperar de nosotros. ¿Quién decidió: esta pierna se queda en Guayaquil, esta mano se va a Montecristi, puesto que la otra reposa en Quito? ¿Qué se mete al horno para su cremación y qué se salva? Dejemos su cabeza. No. Quememos mejor sus piernas y pongamos sus cenizas en la urna de vidrio, para simbolizar que sus ideales nos acompañan en nuestra revolución ciudadana.
Bien sabemos que la tumba fue profanada varias veces en el pasado; algunos quisieron tener su cráneo como cenicero en la parte central de sus bibliotecas privadas; otros intentaron borrar cualquier vestigio del ex presidente, ya que su paso por la tierra generó pasiones extremas en la población de finales del siglo XIX y principios del XX, y consecuencia de ello es que sus huesos se hallan repartidos en tres tumbas, (ahora en cuatro). Ignoro qué partes de él guardan los dos conventos de Quito, o qué estaba en Guayaquil. ¿No fue suficiente para los bisnietos, que Eloy Alfaro haya sido arrastrado por una turba enloquecida y luego echado al fuego, para permitir tal acción, que raya en la demencia? Los honores militares y más solemnidades, por cierto que la memoria del general lo merece; pero, ¿no habría sido mejor, si tanto querían honrar su memoria, reunir sus huesos en un lugar y dejarlo –al fin- descansar en paz, respetando su última voluntad, expresada en su testamento, donde pide ser sepultado en Guayaquil?
El general Alfaro es un alma en pena. Y así seguirá mientras se use su nombre, o sus huesos en actos públicos, por parte de un grupo de fundamentalistas que se creen los salvadores.
Hoy Ecuador es un país donde los zombis (o cadáveres vivientes) hablan de esperanza, y en su entusiasmo cometen los mismos errores que el resto de momias ocultas en nuestro ropero; mas, ¡qué podemos esperar de ellos, si no son capaces de respetar siquiera la última voluntad de su guía espiritual! Es que lo macabro se volvió durante los últimos días de diciembre en el mejor medio de publicidad para vendernos sus sueños de perro. La sangre mueve la venta de ciertos medios sensacionalistas. Las fotografías de cuerpos descuartizados en media vía, o remendados en la morgue, las violaciones, la pornografía alimentan el morbo de mucha gente, no sólo aquí, sino también en el mundo; mas nunca imaginé que en el gobierno actual la necrofilia pueda ser elevada a instrumento político para conmover las masas y lograr adhesiones a sus proyectos, con un impresionante derroche de recursos económicos, que raya en la ostentación, propia de países pobres y sin brújula alguna.
¿Cómo pudieron los descendientes del Viejo Luchador permitir que se profane su tumba y no solo ello, sino también el desmembramiento de sus restos para cumplir las pretensiones de ciertos personajes enfermos con el poder? Paz para los muertos y respeto a su memoria, si ésta aún nos ilumina con el brillo de sus enseñanzas, es lo mínimo que un cadáver (si tuviera voluntad) puede esperar de nosotros. ¿Quién decidió: esta pierna se queda en Guayaquil, esta mano se va a Montecristi, puesto que la otra reposa en Quito? ¿Qué se mete al horno para su cremación y qué se salva? Dejemos su cabeza. No. Quememos mejor sus piernas y pongamos sus cenizas en la urna de vidrio, para simbolizar que sus ideales nos acompañan en nuestra revolución ciudadana.
Bien sabemos que la tumba fue profanada varias veces en el pasado; algunos quisieron tener su cráneo como cenicero en la parte central de sus bibliotecas privadas; otros intentaron borrar cualquier vestigio del ex presidente, ya que su paso por la tierra generó pasiones extremas en la población de finales del siglo XIX y principios del XX, y consecuencia de ello es que sus huesos se hallan repartidos en tres tumbas, (ahora en cuatro). Ignoro qué partes de él guardan los dos conventos de Quito, o qué estaba en Guayaquil. ¿No fue suficiente para los bisnietos, que Eloy Alfaro haya sido arrastrado por una turba enloquecida y luego echado al fuego, para permitir tal acción, que raya en la demencia? Los honores militares y más solemnidades, por cierto que la memoria del general lo merece; pero, ¿no habría sido mejor, si tanto querían honrar su memoria, reunir sus huesos en un lugar y dejarlo –al fin- descansar en paz, respetando su última voluntad, expresada en su testamento, donde pide ser sepultado en Guayaquil?
El general Alfaro es un alma en pena. Y así seguirá mientras se use su nombre, o sus huesos en actos públicos, por parte de un grupo de fundamentalistas que se creen los salvadores.
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